luns, 10 de xullo de 2023

Un punto de luz

 

[Ramonismo 159]

'Vagalume’ propone una reflexión sobre el proceso del escritor, entre la búsqueda o la renuncia a la soledad



AFORTUNADAMENTE nunca se sale indemne de la escritura de Julio Llamazares, desde su inolvidable y desde mi punto de vista cada vez más obligada a ser reivindicada ‘La lluvia amarilla’, pasando por sus últimos libros como ‘Las lágrimas de San Lorenzo’, ‘Distintas formas de ver el agua’ o ‘Primavera extremeña’, en cada uno de ellos el escritor leonés nos enseña a mirar una realidad que puede ir desde un cielo en una noche estrellada, la memoria colectiva que se esconde bajo las aguas de un pantano, o un paisaje entendido como refugio frente a una pandemia. Son todos ellos ese tipo de textos que te acompañan durante varias jornadas una vez que llegas a su final y, en algunos casos, prolongándose incluso más allá en el tiempo.

En el caso de ‘Vagalume’, Julio Llamazares nos presenta otro paisaje, este íntimo y muy próximo a él, como es el del escritor ante lo que puede suponer su obra literaria y como esta se conecta o relaciona con su entorno más cercano, muchas veces entre silencios e historias ausentes que envuelven todas esas horas del escritor ante un papel o ante un ordenador. Muchas de esas horas nocturnas, robadas al sueño van en busca de una soledad para escribir o, quizás, son una renuncia ante ese mismo sentimiento de soledad. Siendo esta una de las numerosas reflexiones que aporta la lectura de la historia de un periodista y escritor, que aparentemente renuncia a esa segunda posibilidad, pero que es descubierta por un compañero de redacción que se empeña en aclarar el porqué de esa ocultación de una actividad, aparentemente tan dada a presumir de ella, y que se produce a espaldas de su propia familia.

Una vida secreta, la necesidad de escribir casi como una búsqueda de oxígeno para seguir respirando, un misterio que debe ser revelado, una familia que no comprende lo que sucede alrededor de esa circunstancia y un punto de luz, ese que, como el que genera un vagalume, resplandece en la oscuridad tras la ventana de la habitación en la que un escritor pergeña su propio universo, allí donde encontrar sosiego para calmar los fantasmas que se crean durante el día a día y que muchas veces deben encerrarse entre los interlineados de una novela. Son precisamente esos fantasmas los que intenta descubrir un periodista que regresa a la villa gallega en la que ejerció el periodismo junto a Manuel Castro, su referente profesional y personal, y que tras su entierro, hará que se adentre en una serie de novelas desconocidas y escritas por quien había ocultado esa dedicación literaria, incluso a su propia familia.

Entre esos dos planos, el de la reflexión sobre el hecho literario, sobre la capacidad del escritor para hacer de su escritura un refugio e incluso una válvula de escape ante determinadas situaciones que surgen en la vida; y el de la investigación para intentar comprender el porqué de ese silencio literario, configurando una especie de thriller, el primero se impone de una manera firme, demandando del lector un mayor interés que el intentar desvelar un misterio que lo explicará todo, pero que no acaba de tensionar a quien al otro lado del libro, en cambio, si que aprecia esa primera temática mucho más en la línea que conocemos y nos gusta de Julio Llamazares, el de una escritura limpia, que nos convoca a reflexionar sobre una realidad determinada, que aquí es la del propio ejercicio de la escritura y esas horas que suceden alrededor un autor o autora cuando se encierra en su torre de marfil para dinamitar diferentes oscuridades con una luz que les convierte en una especie de insectos, en esas luciérnagas que, como escribe el autor, «no sólo dan luz sino que vagan en la oscuridad como los cometas».

Luces y sombras, por lo tanto, se van alternando a lo largo de esta narración que nos recibe con una maravillosa frase de un escritor que no era luciérnaga sino faro, William Faulkner, y que en su novela ‘Las palmeras salvajes’, escribe: «Entre la pena y la nada elijo la pena». En ‘Vagalume’ Manuel Castro también realiza su elección, y nuestra misión es la de descubrir y entender el porqué de asumir esa decisión que encierra muchas renuncias y abre un plano vital o literario alternativo al que hasta ese momento venía acogiendo, pero lo que no hace es permanecer de brazos cruzados, y menos cuando exista un punto de luz en la oscuridad.



Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 10/06/2023

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