Memoria visual de una ciudad, el trabajo de Rafa Vázquez, ‘Rafa’, recupera durante este mes la dignidad perdida entre una población acostumbrada a un trabajo en prensa, tan apresurado como subordinado a la actualidad. La exposición del Museo de Pontevedra 'Retratos na rúa (1950-1970)' nos va a permitir conocer una faceta extraordinaria que nos habla de sus bondades.
“La vida de un pueblo es un constante suceder de acontecimientos que mantienen viva su imagen y su acontecer diario: Cuando las personas pasan, la historia permanece a través de sus hechos guardados en el recuerdo de sus habitantes y en los testimonios de sus escritores y artistas. Las obras literarias siempre son en mayor o menor grado subjetivas, como todas las obras humanas, pero lo que un fotógrafo graba en los carretes de su máquina muestran inequívocamente la realidad de lo acontecido sin posibilidad de error o interpretaciones”. De esta forma el grupo del Partido Popular en la corporación municipal de Pontevedra respaldaba, al igual que hicieron numerosos colectivos locales, la concesión del Premio Ciudad de Pontevedra 1991 a la figura de Rafa. “En un tiempo récord y con unanimidad de criterios”, rezaba el Diario entonces, se resolvió que tanto Rafa como el Gremio de Mareantes, fuesen merecedores de tan alta distinción. A la vista de los galardonados está que la discusión no tenía lugar.
La exposición que motiva este recuerdo se centra en los años 1950-1970, Rafa llevaba ya diez años en una Pontevedra a la que había llegado procedente de su Vigo natal. Aquí compatibilizó el trabajo en su estudio ubicado en la Rúa Alta con colaboraciones en prensa, siendo requerido de forma puntual por diferentes medios del momento. Sería en 1979, tras el fallecimiento de Camilo Gómez, fotógrafo de Diario de Pontevedra desde 1963, cuando Rafa inicia la andadura por la que ha sido más conocido, la de su labor en prensa, y concretamente en el rotativo cabecera de la ciudad. Desde su llegada y hasta su marcha, en 1995, Rafa ha estado siempre bajo las órdenes de Pedro Rivas Fontenla, el director de Diario de Pontevedra y personaje central a la hora de entender y aproximarse a la intrahistoria local.
Pedro Rivas, podríamos decir que vale más por lo que calla que por lo que cuenta. Su papel en la dirección de Diario de Pontevedra durante más de treinta años lo sitúan en una posición privilegiada de cara a visualizar esas décadas en la vida social de la ciudad, pero sobre todo para acercarse a la figura de este hombre al que ya conocía de su época de corresponsal en Faro de Vigo, y con el que coincidió a la hora de realizar algunos trabajos. La enfermedad de Camilo Gómez hizo que Rafa pasase a colaborar con Diario de Pontevedra para, a su muerte, hacerse cargo de la sección de fotografía. Aquellos tiempos eran muy diferentes a los de ahora, se realizaban muchas menos fotos, pero en la ciudad había numerosos actos que cubrir. Camilo Gómez y Rafa compartieron tareas al aumentar el número de eventos que cubrir y ser necesaria la presencia de otro fotógrafo para poder llegar a todos los sitios. “Rafa era extremadamente profesional, una persona muy cumplidora y muy honesta a la hora de realizar su trabajo”, comenta Pedro Rivas mientras deja volar su fértil imaginación hacia los tiempos de cajas de plomo y linotipias. “Le podías llamar a cualquier hora del día o de la noche que nunca recibías una negativa”, recuerda el ex director del Diario mientras se prepara para comentar una de las noches más complicadas dentro de la historia del periódico y por extensión de la ciudad. “Sobre las tres de la madrugada y con el periódico ya cerrado me dirigía a mi vivienda”, cuando al pasar ante el Ayuntamiento me comentan que había un conato de incendio en el bingo del Liceo Casino”, al acercarme allí ví cómo el fuego comenzaba a activarse y en ese momento alguien, para intentar su extinción, abrió una ventana. Al entrar oxígeno todo aquello se convirtió en un horno, ayudado por los sacos de confettis que había en el sótano que habían quedado de los bailes de carnaval. Ya habíamos llamado a Rafa, que estaba durmiendo, y en pocos minutos llegaba ante un fuego que ya era incontrolable”, comenta Pedro Rivas mientras menciona las virtudes de aquel trabajo que motivaron un amplio despliegue gráfico en un periódico donde la fotografía estaba todavía muy subordinada a la letra. Esa historia volvió a repetirse años después con el incendio del Convento de San Francisco, pero aquella madrugada anterior, la de un 15 de abril de 1981, permanece todavía en la memoria de muchos pontevedreses, y en gran medida allí se instaló debido al trabajo de nuestro protagonista.
Aquella redacción compuesta por los integrantes de la cooperativa de trabajadores era un universo singular, un equipo de profesionales que hicieron del periodismo local un milagro que veía la luz día tras día. En sus antiguas dependencias se había creado un pequeño laboratorio, pero “Rafa no era muy partidario de usarlo, los fotógrafos prefieren trabajar en su laboratorio habitual, donde tienen todo mucho más controlado”, relata Pedro Rivas, “Rafa solía traer el trabajo ya hecho desde su propio laboratorio y cobraba por las imágenes que traía, solo si alguna labor era de última hora es cuando trabajaba en el laboratorio del Diario”. En 1978 abrió un nuevo estudio en el acceso al Cine Malvar, muchos recordamos ir allí a buscar las fotos de los bailes de un Casino del que fue fotógrafo oficial desde los años cincuenta, por lo que la entidad le premió con la Insignia de oro en 2001.
Este trabajo a contrarreloj solía darse en los días de partido en Pasarón, uno de los territorios por los que más ha pateado el bueno de Rafa. Las gestas y las tristezas de aquel equipo tuvieron en él a un testigo de excepción. Pedro Rivas todavía recuerda alguna anécdota en relación a su trabajo en el ámbito deportivo. “Yo no solía ver los partidos, cuando era presidente del Pontevedra veía el comienzo y luego ya me tenía que ir a la redacción, allí era el equipo de deportes el que se dedicaba a realizar y coordinar la sección”, explica Pedro Rivas. Amador Larriba o Almansa gestionaban uno de los espacios más demandados por los lectores y mientras se preparaban las páginas Rafa revelaba en el laboratorio las imágenes. “Desde la redacción no se hacía más que apurar al fotógrafo, meterle prisa para elegir el material, así que las fotografías salían húmedas, sin secar y chorreando, por lo que ponían perdido todo por donde pasaban”, recuerda entre sonrisas Pedro Rivas. Igualmente divertida es alguna anécdota en torno al balón, y digo en torno al balón porque él era el protagonista que debía aparecer, cuando no era así, los gritos de los redactores se oían a metros de distancia, con lo que había que ingeniárselas para componer una foto con balón, así que, a grandes males grandes remedios, se buscaba otra fotografía de un encuentro anterior donde apareciese la dichosa pelotita, se recortaba de la mejor manera posible y se pegaba donde tuviesen a bien fotógrafo y redactor y aquí paz y después gloria.
Pedro Rivas todavía se muerde la lengua al recordar cuando el fotógrafo llegaba con “ganas de pinchar”, y entonces acudía a una de sus pasiones, el Celta de Vigo, ciudad donde había nacido, y de cuyo equipo era acérrimo, poniendo a prueba a tanto exponente de pontevedresismo encerrado en aquellas paredes, las mismas que cobijaron a Rafa Vázquez, al igual que hicieron con aquellos periodistas que todavía están a la espera de recibir el reconocimiento a su labor. Rafa Vázquez es el primero en ser homenajeado, y precisamente lo es a través de aquello que más le habría gustado, sus fotografías, imágenes en las que se respira el cariño y el aroma de una ciudad a la que dedicó su vida.
Rostros. Veinte años de la historia local a través de las caras de los pontevedreses
La ciudad a través de sus rostros, las miradas de los ciudadanos que acto a acto fueron configurando la identidad de lo que hoy es Pontevedra. Aquellas décadas fueron fundamentales en la historia de la ciudad, al suponer desde finales de los años cincuenta la superación de muchos de los traumas surgidos durante la Guerra Civil. El tiempo fue cerrando heridas y la capital debió continuar su devenir diario. Se vivió un desarrollo social y económico que modificó gran parte de su fisonomía, estableciéndose diferentes empresas que permitieron cierto desahogo económico a muchos pontevedreses. Así las cosas, la cámara de Rafa se acercó a todos ellos para instalar en nuestra memoria sus rostros.
Rafa se ha convertido en el mejor notario que haya podido tener esta ciudad, sus fotografías, son la prueba real de lo que somos a partir de lo que fuimos, de la configuración de una ciudad forjada a través de sus gentes, de unas calles nacidas para ser vividas y en las que mostrarnos al exterior. Recorrer esta exposición va a suponer un agradable salto en el tiempo, una pirueta de nuestra memoria, a ella deberíamos acudir con personas que estuvieron presentes en aquellas décadas. Ellos tienen la llave del recuerdo, Rafa la de la realidad.
Cuarenta y seis años después
José Manuel Fontán, conserje del Museo de Pontevedra, ha sido uno de los muchos pontevedreses que se han reconocido en las imágenes de Rafa, en este caso, el sorprendido Fontán todavía era un niño cuando participó como extra en el rodaje realizado en Pontevedra, en 1965 de la película ‘Cotolay’, bajo la dirección del afamado director José Antonio Nieves Conde. Como cada vez que la gente del cine ocupa una ciudad la expectación fue máxima, Rafa estuvo allí, y ahora, cuarenta y seis años después, esas tres fotografías recuerdan aquellas inolvidables jornadas de rodaje en el entorno de la Basílica de Santa María y el Monasterio de Lérez. En una de esas imágenes Fontán aparecer acompañado de más niños que él mismo reconoce ante la imagen: Tino Méndez (actual secretario de Defensa en Madrid) los hermanos Benito y Fernando Méndez, Enrique González Acha, Manuel Filgueira y Rafael Montero, y recuerda cómo todos ellos eran alumnos colaboradores del Museo cuando por medio de Filgueira Valverde se convirtieron en extras.
Publicado en Diario de Pontevedra 12/06/2011
Ningún comentario:
Publicar un comentario