En la sala de exposiciones del Auditorio de Galicia se exhibe hasta el 20 de noviembre la muestra ‘Cartografías silenciadas’, un recorrido desde la fotografía, pero sobre todo desde la memoria, que rastrea aquellos espacios que sirvieron de lugares de reclusión para los vencidos en la Guerra Civil. Ana Teresa Ortega, es la creadora de estas imágenes, un fragmento de tiempo e historia detenido que nos conduce hacia un universo de silencios, pero también de gritos, aquellos gritos que el alma rebotaba entre unas paredes frías y llenas de soledad.
El sonido del horror se disfraza de silencio. De un silencio que reclama a gritos nuestra presencia. El colocarnos frente a frente a la realidad, a la historia, a lo que muchos desean ocultar mientras otros no cesan en reclamar, en busca de una justicia terapéutica. Un debate que siempre va a dejar damnificados. Basta con recorrer esta exposición, leer los documentos que aquí se exhiben o dejarse llevar por la fuerza de las imágenes de Ana Teresa Ortega, mientras se van oyendo unas voces que surgen del lado sombrío del ser humano para darse cuenta de la magnitud de la tragedia, y su extensión por toda la geografía de un país cuyas costuras se deshilachan ante este tipo de perspectivas de un frágil proceso todavía sin suturar.
Esta mirada, aséptica, fría, con un punto irracional, sirve para congelar un instante, para convertirlo en eterno y evocar así una evidente condición simbólica. Cada uno de estos penales, o de los espacios abiertos es un símbolo de aquel tiempo, pero sobre todo un reflejo de quienes en ellos encontraron el fin de sus vidas o de parte de ellas. Setenta y una fotografías que definen una etapa de nuestra historia, prolongando un dolor solapado el tiempo, la vergüenza y el miedo de nuestros políticos, pero además desde esos muros fríos o desde esas naturalezas se puede llegar a conocer al ser humano o por lo menos lo que nos queda de él.
Cuando Ana Teresa Ortega comienza a recorrer España en 2007 dentro de un proyecto ideado para reflejar estos espacios de la represión franquista no creo que la propia autora alcanzase a valorar convenientemente las consecuencias de dicha empresa. Un duro tránsito por zonas concretas donde nuestra historia ha dejado una marca, una tara, que ha sido más que dolorosa para todos, y cuando digo todos, merecen especial atención las propias víctimas, y por extensión los miembros de sus familias, pero que es extensible a una amplia parte de la sociedad.
La capacidad para capturar esos escenarios así como para mostrar el papel desarrollado por todos ellos en el franquismo incrementa el simbolismo que se impone a la propia belleza, o al uso para el que fueron concebidos en origen dichos espacios, situándonos ante una fuerte apuesta por parte de la artista, la de la creación de un espacio nuevo para el pensamiento a través del análisis de un instante aquí visualizado en una arquitectura o en un paisaje, al fin y al cabo una geografía de nuestra historia, o como se titula la exposición en Compostela ‘Cartografías silenciadas’. Porque efectivamente, aquí lo que se está dando es toda una serie de coordenadas sobre un tiempo, pero sobre todo sobre un silencio que se ha ido construyendo a lo largo de los años.
Comisariada de forma más que inteligente para nuestra comunidad por Chus Martínez, las fotografías incrementan su potencial comunicador y de discurso crítico con la estudiada instalación y los efectos que se perciben al tiempo que vamos recorriendo la muestra. Unido a ello, la inclusión de referentes espaciales de Galicia vinculan en gran manera a nuestra idiosincrasia, estrechando vínculos con el público. Lugares como la Illa de San Simón (ría de Vigo, Pontevedra), Puente de Castrelo de Miño (Castrelo de Miño, Ourense), Campo de Lavacolla (Compostela, A Coruña), Campo da Rata (A Coruña), Camposancos (A Guarda, Pontevedra), Monasterio de San Clodio (Leiro, Ourense), Monasterio de San Salvador (Celanova, Ourense) y Campo de concentración de Rianxo (A Coruña) forman parte de este recorrido y hacen que nos preguntemos, sobre todo al haber conocido e incluso caminado por muchos de ellos, cómo recintos tan hermosos y bellos pudieron servir para acoger el mal, y es entonces cuando caemos en el reconocimiento de las taras del ser humano, de su perversa capacidad para manipular la realidad con el único fin de perpetuar su poder y dominio sobre sus semejantes.
El silencio. La mejor herramienta que maneja esta artista a lo largo de sus diferentes proyectos creativos, sus ‘Jardines de la memoria’ o sus ‘Lugares del saber y el exilio científico’ así nos lo han evidenciado a lo largo de su trabajo. Un silencio que encandila al espectador, al cual parece dejar en una situación de intemperie ante lo representado. Un carácter abrumador en donde el empleo de ese arma silente, sin interferencias ni contaminaciones en la representación del motivo elegido, potencia esa condición. Asociado a ello nos encontramos como esa ausencia conmovedora busca generar algo tan complejo como la reflexión y el debate, es decir, sobrepasa el ámbito estético para intentar avanzar, de manera comprometida, en la discusión sobre el trasfondo de sus piezas dentro de un proceso sobre el que siempre gira esta artista en demanda de la construcción de una identidad a partir del empleo de la memoria, en lo individual y lo colectivo.
Es, por lo tanto, una extraordinaria ocasión la que se nos viene planteando desde hace unos meses en el Auditorio de Galicia en Santiago de Compostela para visitar un recinto donde quizás no nos encontremos cómodos del todo, muchas veces encontrarse con un pasado tan duro y traumático como el que se encierra en esta sala no es sencillo, pero una vez fuera de dicho escenario uno se da cuenta de lo necesario de este tipo de actuaciones, del valor que tiene como expiación de conductas, y sobre todo de conocimiento de una realidad tantas veces oculta de manera manifiesta. Imágenes como estas o palabras como las que se han recogido en epistolarios como el realizado por Alonso Montero ‘Cartas de los republicanos galegos’ son un aldabonazo a nuestras almas, un aldabonazo a nuestra memoria colectiva.
Publicado en Diario de Pontevedra 30/10/2011
Fotografías: Ana Teresa Ortega
Barranco de Viznar, Granada
Monasterio de San Salvador, Ourense
Illa de San Simón, Ría de Vigo (Pontevedra)
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