Del 6 al 28 de junio la Sala de Exposiciones de la Xunta de Galicia en Pontevedra acoge la obra de Beatriz Ruibal y Belén Padrón. Dos caminos diferentes que se entrelazan para componer una mirada a su propia realidad. Por un lado, la dolorosa pérdida de una madre por parte de Beatriz Ruibal, quien a través de la fotografía y el vídeo, nos estremece por la recreación de todo el entorno de la persona fallecida. Belén Padrón, por su parte, hace de su retorno a Galicia, tras años de trabajo en las Islas Canarias, la inspiración para su obra pictórica.
No se conocían entre sí, pero el azar quiso que formasen parte de un proyecto común, de una exposición planteada a partir de la conjunción de dos miradas y dos disciplinas artísticas. Fotografía y pintura convergen en esta ocasión para convertir a Beatriz Ruibal y a Belén Padrón en las protagonistas de un viaje hacia su propio interior. En dirección al descubrimiento de unas sensaciones que solo el arte es capaz de transformar en visibles, al poder transformar en algo bello y con la capacidad necesaria para emocionarnos, todos esos íntimos latidos que se registran en el interior de ambas creadoras.
Madre| Pocas palabras encierran en tan solo cinco letras tal cantidad de sensaciones. Sensaciones que ante la ausencia se desbocan de manera irrefrenable. Beatriz Ruibal ha sido golpeada por esa ausencia, y como artista ha sabido extraer de dicha experiencia una serie de conclusiones positivas, no solo para ella misma, sino, y como vemos tras recorrer esta exposición, para su propia trayectoria artística.
Al hacer de esa pérdida el objeto de su trabajo la artista da un paso al frente, una firme decisión la que toma de abrirnos su intimidad, de hacer de su compromiso con el arte el sostén que la lleva a recorrer de manera minuciosa una realidad que está a punto de evaporarse, de sucumbir en el tiempo y permanecer solo, pero afortunadamente, en la memoria. Citamos ya varios elementos esenciales a la hora de aproximarnos al trabajo de Beatriz Ruibal: tiempo, presencia, ausencia y memoria. Vectores de una disposición artística firmemente anclada en un discurso actual en el que imagen y palabra se van entrelazando. El sustento de la fotografía y la afirmación de unas letras que acompañan a todas ellas. Son palabras cosidas, creadas desde la acción a través de un hilo bordado para plasmar lo vivido y lo sentido.
Sus grandes murales, en los que se recogen los objetos de uso cotidiano: vajillas, joyas o los elementos del maquillaje (pocas piezas tan simbólicas e íntimas) son un firme rastro que simboliza esa ausencia. La persistencia de una memoria que emerge casi con fiereza a través de sendos vídeos, estremecedores por su contenido y por cómo se narra lo allí reflejado, permitiéndonos ser parte de todo aquello que fue, de todo aquello que siempre será.
Caminos de plata| Este es el título de la parte pictórica de la exposición. El recorrido que Belén Padrón realiza desde y hacia su interior. Un territorio lírico de expiación personal donde la idea de tránsito está muy presente. La exposición llega tras un momento de cambio, de agitación de paisajes tanto externos como internos. Un cambio de residencia deja atrás varios años de vida en Lanzarote, con su singular paisaje de cenizas y altas temperaturas, para regresar a las lluvias atlánticas y sus frescos paisajes. Un cambio que también es interior. Su pintura se vuelve más madura y serena, en el viaje se han quedado elementos superfluos, perversiones de la pintura dubitativa de los orígenes, ahora todo se vuelve más claro y directo. Nada falta y nada sobra.
Una reducción que permite el que estos paisajes condensen desde su geometría o su construcción espacial todo ese territorio de experiencias. Desde la nada del lienzo se busca un orden, una narrativa visual donde diferentes elementos se van ligando desde su mera enunciación. Hojas, lluvias, estrellas, hogares... todo confluye para registrar ese retorno, para hacernos partícipes de esa nueva memoria de la artista. Todo camino conduce a un aprendizaje, y el de Belén Padrón no va a ser diferente. La artista se ha redescubierto a sí misma y por tanto a su propia pintura, convertida en un diario de experiencias. Apuntes para situarse en una nueva realidad de la que durante estos días nos convierte en cómplices. Cuadros convertidos en ventanas para mirar a través de ellas a una mujer firme en sus conquistas pictóricas, que nos introduce en unos paisajes que, aunque nos parezcan fuertemente ligados a la naturaleza, no dejan de ser un paisaje interior. Un paisaje que refleja a la propia pintora, a la propia mujer.
Juntas, ‘Madre’ y ‘Caminos de plata’, son las dos caras de una moneda, dos versiones de una intimidad corporeizada desde lo artístico. El lugar donde todo es posible, donde todo es necesario.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra. 17/06/2012
Fotografía Alba Sotelo
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