El gran fotógrafo de la
América del Oeste llega al Museo Nacional Centro de Arte
Reina Sofía de Madrid. Una mirada hacia una geografía llena de sugerencias,
anclada en relatos literarios y cinematográficos, a través de las pequeñas
miradas de esa colección de fotografías que nacieron para ilustrar libros pero
que por su fortaleza se han ido independizando de sus páginas para ser una obra
de arte por sí mismas. Robert Adams reflexiona sobre el encuentro entre
civilización y naturaleza en un contexto lejano que nos acompañará hasta el 20
de mayo.
Más de trescientas fotografías de pequeño formato componen una
espectacular muestra que ha sorprendido incluso al comisario de la misma y
encargado de la catalogación de su obra en la Yale University
Art Gallery, Joshua Chuang, por el montaje espléndido que se efectúa en la
tercera planta del Edificio Sabatini del Centro Cultural madrileño. ‘Robert
Adams: el lugar donde vivimos’ es el título de esta muestra que nos abre un
inmenso horizonte, el de esa geografía norteamericana que conocemos en muchos
casos por el cine y la literatura.
En las fotografías de Robert Adams (Nueva Jersey, 1937) se crea una
encrucijada de caminos entre esas diferentes formas de narrar, y de hecho, sus
imágenes parecen formar parte de un gran relato. Un recorrido por la historia
de un vasto territorio en el que al posar la mirada se descubren pequeños
relatos, historias minúsculas de hombres insertos en esa naturaleza que nos
absorbe y a la que todavía hoy se enfrenta este fotógrafo, uno de los más
destacados del mundo de la fotografía.
Fotografía que también nos lleva a la reflexión, al cuestionar nuestro
papel en ese horizonte inmenso y cómo nuestras acciones interfieren en él,
normalmente para degradarlo y en consecuencia, para su empobrecimiento. A
través de estas miradas austeras, sin grandes distracciones y que van
directamente a presentar ese encuadre de un espacio, podemos entender la
realidad de las cosas, casi siempre llenas de un misterio que el arte pretende
siempre desentrañar.
Robert Adams lo hace y lo muestra por primera vez en Europa mediante esta
gran retrospectiva convertida en la cartografía de un territorio, en la
comprensión de algo que parece escapársenos de las manos día tras día pero que, merced a su mirada, se convierte en un territorio eterno, debido precisamente a
la contundencia de la imagen. En conjunto funcionan todas esas imágenes como un catálogo de
antropología, despreciando cualquier concesión a la búsqueda de una belleza
falsa que nos conduzca a una contemplación errada de la realidad.
“En este paisaje el misterio es una certidumbre, una certidumbre
elocuente”, comenta Robert Adams sobre su trabajo, y es desde esa elocuencia
desde la que surge el asombro por la capacidad de su fotografía para hacerse
grande y conmovernos. Como ha hecho Cormac McCarthy con sus novelas o Edward
Hooper con su pinturas, todos ellos miran a América con esa pátina de grandeza
que les otorga un talento descomunal para convertir aquello que es real en
objeto artístico y sembrarlo de interrogantes para nuestra reflexión y esto es
lo que hace de su arte un arte eterno e intemporal.
Cuando con su familia se trasladó de Nueva Jersey a Colorado con tan solo
quince años poco se imaginaba Robert Adams que aquel paisaje iba a convertirse
en su vida, el motivo de una existencia ligada a retratar una tierra que nos
cobija y que solemos despreciar a menudo. Y es que hay ocasiones en las que una
circunstancia de la vida nos coloca ante nuestra misión en este mundo. Robert
Adams nos hace ahora partícipes de la suya.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 23/01/2013
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