Obras y un montaje muy estudiado configuran en esta exposición de Manuel
Ruibal un espacio magnético que te deja pegado a él a través de una atmósfera
singular. No son más que rastros, presencias, efectos de la naturaleza que
desde la pintura se convierten en esencias pero en cuyo trazo se contiene todo
ese misterio que se encierra en la naturaleza. Pintura y escultura crean un
hábitat que nos acoge, y que podremos disfrutar en el Centro Cultural de
Novacaixagalicia en Vigo hasta el 23 de noviembre.
Hace unos meses Manuel Ruibal nos dejó con la boca abierta con la
presentación de un monumental libro en el que se recogían sus experiencias
artísticas relacionadas con el mundo animal. Con una naturaleza en la que se
citan los recuerdos de su infancia junto a la aproximación que ha tenido a lo
largo de los últimos años a una fauna en la que ha descubierto movimientos,
sensaciones y plasticidades en las que no había reparado antes, siendo hasta el
momento su relación con ella más sentimental o memorial que de admiración.
Vincular esos movimientos que le han cautivado con su manera de pintar, que en
los últimos tiempos se había decantado por la elegancia del trazo, rastro y
conceptualización del gesto de un pintor, era algo inmediato y de ello surge un
proyecto tan hermoso como abrumador, tan poético como singular y que en esta
exposición se ha engrandecido con la creación de una atmósfera que atrapa al
visitante desde el primer momento adentrándolo en un inusual bosque de sensaciones.
Y es en esos trazos en los que se condensa la fuerza de la pintura de
Manuel Ruibal al ser capaz de captar en un simple gesto el alma de la
naturaleza, de concentrar toda el alma de ese ave, reptil o mamífero en uno de
sus gestos pictóricos. Su pintura se construye a través de esos gestos, como
también la propia naturaleza se va construyendo desde los gestos que sus
inquilinos realizan de manera automática completamente ajenos a la inspiración
del pintor.
En el año 2010 Manuel Ruibal se acercó a estas mismas salas para recorrer toda su trayectoria artística, eran
los ‘Trazos de una historia’ que es como se llamó a aquella cita. Ahora los
trazos de una historia se ha visto substituidos por los trazos obtenidos de ese
medio natural que tanto le atrae, de hecho, en sus cuadros de gran formato hay
mucho de su obra anterior. Un irrenunciable estilo que sintetiza la realidad
hasta lograr casi hacerla desaparecer en una depuración formal y mental
tremendamente complicada pero que visualmente se convierte en férreas
directrices capaces de situarnos ante una expresión tan simple como sincera y
compleja de alcanzar. Ese trazo además de presentarse en el cuadro también lo
hace en la escultura, ofreciendo una colección de piezas de mucho interés para
el espectador y que aquí se presentan de manera inmejorable. Son sus culebras
colocadas sobre la hojarasca simulando una escena real para nada imposible,
todo un logro con el que el escultor da un paso más en el terrero de la
escultura que tanto le interesa, además de propiciar una progresión en sus
estudios sobre la movilidad de las figuras y que sí se vienen viendo en sus
pinturas.
Todas sus imágenes beben también de un ingrediente a mayores, como es el
tono poético que subyace en cada una de ellas, una lírica que se traduce en
huir de la realidad y refugiarse en ese minimalismo que una vez interpretado
por el espectador estalla de una manera especialmente intensa. Rimas
suspendidas del aire, alas que juguetean con el viento, bandadas de peces bajo
el océano y así un sinfín de estampas sumamente evocadoras.
Sigue progresando Manuel Ruibal, fascinándonos con esa manera de pintar
reduccionista tan difícil de alcanzar, ya que, como en la vida, hay tantas
cosas que nos distraen de lo realmente importante. Aquí esta claro lo que realmente
es importante.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra. 13/10/2013
Fotografía Rafa Fariña
Ningún comentario:
Publicar un comentario