A Joaquín Vidal
«Primero Hermoso y después naide. Y
añadir, según hizo el clásico: después de naide todos los demás.
Y después naide... Hay distintas
versiones al respecto. Según determinados autores, quien lo dijo fue el Guerra
y otros lo rebaten pues sostienen que era precisamente al Guerra a quien se
refería el clásico. Y tampoco hay unanimidad respecto al naide ya que ciertos
gramáticos puntualizan que lo que dijo fue naiden pues la n se llevaba mucho a
principio de siglo entre las clases populares. Como ahora la s. Hoy habrían
dicho naides. (...) De cualquier forma, y a lo que importa, Pablo Hermoso de
Mendoza parecía pertenecer a otra galaxia...».
Joaquín Vidal cumpliría 80 años en este
2015 y a buen seguro todavía seguiría escribiendo las mejores crónicas del
mundo del toro, algunas como ésta, de la que reproduzco su comienzo, de una
tarde de rejones en La
Maestranza de Sevilla con Pablo Hermoso de Mendoza y Diego
Ventura en el cartel. Corría el año 2001 y el abril de azahares sevillano
acogía en loor de multitudes al rejoneador navarro y a su inolvidable Cagancho.
En Pontevedra los tiempos y los aromas
son diferentes (con esto que Ence no se ponga nerviosa), no huele a azahar, eso
porque no queremos, que si nos ponemos ya verían ustedes... y Cagancho,
jubilado, se dedica al arte amatorio con toda una yeguada a sus cascos. Como
ven el marco es diferente pero para lo sucedido ayer sobre la arena del coso de
San Roque nos valdría el continuar el relato del maestro de crónicas que además
lo hubieran ustedes gozado mucho más de lo que lo puedan hacer con estas líneas
de un siempre aficionado. Es una bendición para el rejoneo que Hermoso de
Mendoza y Diego Ventura compartan tarde aquí, y en la China , los dos son los
mejores a una gran distancia respecto al resto, pero que quieren que les diga,
Hermoso es Hermoso y después naide.
Y no es que lo de ayer fuera la pera
limonera, no. Y que el triunfador de la tarde y quien abrió la puerta grande
fue el brioso Leonardo Hernández, el testigo de los dos duelistas, que se
reveló como un descarado al discutirle la supremacía a ambos. Pero a lo que me
refiero es a aquello de «Lo bien hecho, bien parece», y si bien Hermoso de
Mendoza estuvo un tanto frío, lo que hace lo hace de una manera especial y
¿cómo coloca los castigos? ¿y dónde? La muchedumbre brama ante las piruetas y
saltos de las monturas, ante el ajuste de la distancia entre caballo y toro,
pero la colocación de las suertes y la sobriedad a la hora de montar se
distancian de manera sideral de tantos efectismos y gestos hacia el público.
Hermoso ayer, mientras el sol en su
ocaso se hundía en la bocana de la ría de Pontevedra, hizo relucir sobre las
aguas calmas un brillo épico, quizás crespuscular, quizás de fin de una época,
pero Pontevedra pudo volver a verlo y aplaudirlo y despedirlo con una ovación.
Quizás el después naide del maestro Joaquín Vidal haya visto aquí a los que
vienen después, sus nombres, Diego Ventura y Leonardo Hernández.
Publicado en Diario de Pontevedra 10/08/2015
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