«A los frutos de aquel árbol
vedado,/cuyo sabor letal trajo a este mundo/la muerte junto a todos nuestros
males,/por perder el Edén el primer hombre (...)»
‘El paraíso
perdido’. John Milton
Se activa mi radiodespertador y de él
las primeras palabras que salen son para dar cuenta de la muerte de otra mujer.
Continúa la pesadilla, el goteo de víctimas a cualquier hora, día tras día, en
una tragedia que cada jornada pone más a este país contra las cuerdas, y les
aseguro que en mayor manera de lo que lo hacen quienes se empeñan en dibujar
fronteras, que al fin y al cabo no deja de ser un vanidoso y pasajero ejercicio
de suficiencia. Aquí y en cualquier lado la frontera es la vida, el bien último
que debemos preservar como sociedad, y mientras tanto, se suceden los minutos
de silencio, artículos como éste y declaraciones que se diluyen en cuanto un
hombre vuelve a golpear a una mujer, a clavarle un cuchillo, a pegarle un tiro,
a arrojarla por un balcón o a acabar con la vida de sus hijos.
Llevo retrasando este artículo desde el
verano. Desde aquel miserable día en que un malnacido acabó con sus dos hijas
en Moraña para vengarse de su
exmujer, se dijo, para vengarse de su propia bajeza y miseria como presunto ser
humano digo yo. Desde aquel día, sábado tras sábado, buscaba alguna excusa para
no escribir de lo que está sucediendo y me iba repitiendo frases como éstas:
«Espera a ver si esto termina», «Espera a ver si hay algún cambio en las
actitudes de quienes deben tomar cartas en el asunto», pero una semana tras
otra las víctimas se siguen sucediendo en una hilera fúnebre de desesperación e
impotencia que impide que estas palabras, seguro que también inútiles, vuelvan
a quedarse en el tintero.
El pasado sábado Madrid se llenó de pancartas y gritos contra la violencia.
Víctimas, mujeres, hombres y políticos fueron un clamor contra la violencia de
género, contra la violencia sin más. Una jornada reivindicativa, hermosas fotos
en los periódicos y apenas 24 horas después dos nuevas víctimas. Cinco hasta
hoy. Mientras escribo, la radio vuelve al cadalso, dando la noticia de una
mujer tiroteada en Sevilla por su
marido en presencia de su hijo de quince años. La náusea. De nuevo volveremos a
las concentraciones silenciosas, a las declaraciones de pesar y a los artículos
como éste. Otra vez mi radiodespertador volverá a activarse a las 7.30 horas y
no lo hará para darme los buenos días, sino para recordarme que en este país
los hombres siguen matando a las mujeres.
49 mujeres y ocho menores es el
escalofriante contador en lo que llevamos de año de este Día de la Marmota criminal ante el que cada día me pregunto cuándo
esto se va a tomar realmente en serio. Cuándo el presidente del Gobierno va a
llamar a los representantes de las otras fuerzas políticas, ahora que ya sabe
cómo se hace, para sentarse a discutir y tomar medidas conjuntas contra este
angustioso ambiente que se ha generado. Un frente común contra el crimen que
sirva para desarrollar medidas eficaces. Desde el mundo judicial, con el mayor
endurecimiento posible de las penas y su equiparación con delitos como lo
puedan ser los relacionados con el terrorismo (el 86% de los condenados por
estos delitos no ingresan en prisión); y desde el ámbito educativo, con la
necesidad de educar en valores, en concienciar a los más jóvenes (entre los que
se detectan de manera preocupante muchas de estas actitudes perniciosas), algo
para lo que hacen falta unos recursos cada vez más esquilmados en la educación
pública.
Una a una estas lágrimas negras se
convierten en el rosario del dolor de un país incapaz de hacer frente a esta
tara como sociedad, que nos afecta muy por encima de lo que ocurre en otros
países. Cuando hace un par de meses la plaza de la Peregrina acogió una
performance dentro del proyecto Women in
black, que se ha ido representando en diferentes ciudades de España, ante el desdén o la incrédula
mirada de los paseantes, se recreaba no solo la muerte, sino la indolencia de
una sociedad cercana a estos hechos cuando nos sacuden en nuestro entorno más
inmediato. Cambiar esa dinámica con medidas realmente efectivas es lo que
debería conformar una respuesta que vaya más allá de los silencios a las
puertas de las instituciones, de las caras largas o de artículos como éste que,
al final, como aquellas letras escritas con tiza sobre el enlosado de la
Peregrina, acabarán borrándose bajo el sinsentido de esta sociedad.
Publicado en Diario de Pontevedra 14/11/2015
Fotografía. Tania Moreira
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