Rafael Sánchez
Ferlosio cumplió noventa años el pasado lunes y a la gente que
cumple esos años hay que escucharla siempre, más aún si quien
habla es una de esos rara avis de las letras asentada ya,
definitivamente, en el escepticismo, quizás el más lúcido de los
estados vitales.
Es posible que muchas
personas de las que hemos leído ‘El Jarama’, como uno de esos
libros sustanciales en la formación humana y literaria de cualquier
ser nacido en este territorio, nos hayamos olvidado de Rafael Sánchez
Ferlosio. Su silencio pétreo nos habla de una persona cansada ya de
comunicar y de hacerlo con una sociedad que ni él mismo reconoce.
Una sociedad bajo un vertiginoso cambio y a la que muchas personas
son incapaces ya no solo de adaptarse sino de comprender. Es por ello
que cuando uno de estos personajes rompe su silencio hay que estar
muy atentos a lo dicho ya que en sus palabras suele residir siempre
esa mirada sincera sobre la vida, ya sin peajes que pagar y asentada
en una larga experiencia de desengaños y frustraciones, más que de
logros, siempre tan caprichosos. Una vida ya más perdida que ganada
y en la que el tiempo se entiende ya como un regalo añadido.
Dicho esto, y
confirmando que Rafael Sánchez Ferlosio sigue vivo, asomarse a la
entrevista concedida a El País, que firma José Andrés Rojo y
publicada en el mismo día de un cumpleaños convertido en un acto
público de reconocimiento a quien logró premios como el Nadal, el
Cervantes o el Nacional de las Letras, se convierte en un provechoso
ejercicio. Entre esas palabras, abruptas y descarnadas, que parecen
dejar negro sobre blanco de lo aquí acontecido, nos encontramos a un
hombre que lee la prensa sólo con lupa, una esclavitud de la vejez
pero que se convierte en hermosa metáfora para el resto de los
mortales enfrentados a diario a tantos titulares y artículos que
emborronan la realidad, distanciándonos de ella, lo contrario de lo
que debería ser su función. Nos encontramos también una persona
hastiada de patrias y horrorizada con nuestra televisión, casi tanto
como con la literatura de Vargas Llosa. Pero quien tan severo es con
el escritor peruano también lo es consigo mismo, a través de la que
es calificada como su gran obra. Sí, ‘El Jarama’, aquel libro
obligatorio del Bachillerato que, junto con ‘Luces de Bohemia’,
‘El árbol de la ciencia’ o ‘El jugador’, se quedaron en
nuestra alma (por lo menos en la de quien esto firma) como la gran
puerta de acceso a la literatura desde el sistema educativo que, solo
por gestas como estas, certifica su importancia dentro de una
sociedad que sigue enemistada con él. Leer tantos años después de
aquella lectura a su autor desangrarse a sí mismo con sus
comentarios sobre la obra que lo consagró, es una nueva enseñanza
alrededor de cómo nada es intocable o como aquello sobre lo que se
lleva teorizado tanto, de repente, asiste al resquebrajamiento de sus
pilares.
No es extraño que
personas como él se aparten del mundo, si para una vez que salen, el
ministro de turno le planta en sus rodillas un enorme ramo de rosas
rojas como si fuese un gran féretro literario. Así las cosas, el
propio Rafael Sánchez Ferlosio ante la pregunta sobre su futuro no
le quedó más que sacar de nuevo el escepticismo a pasear y llevarlo
hasta Valle-Inclán, siempre Valle-Inclán, para recordar la
conversación entre el de las luengas barbas y el torero Juan
Belmonte. «A ti solo te falta que te mate un toro», a lo que el
diestro contestó: «Se hará lo que se pueda».
Publicado en Diario de Pontevedra/El Progreso de Lugo. 6/12/2017
Fotografía: EFE/Mariscal
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