Convertido en
el libro revelación de principio de año, ‘Ordesa’, es un abrupto y valiente
descenso al interior del ser humano.
Pues sí, yo
también voy a escribir de ‘Ordesa’. De ese texto del que todo el mundo habla y
no deja de llenar páginas y páginas, un libro que cuenta sus días de
publicación en casi una nueva edición por semana. Seguramente sea poco original
al hablarles de él, ante el regocijo general y el aplauso unánime, pero lo que
a ciencia cierta seré es extremadamente apasionado, porque ‘Ordesa’ es uno de
esos libros que te hacen sujetarte a lo que uno calibra como más interesante y
atractivo de la literatura: el despejar las dudas sobre el ser humano y
ubicarse entre el ser o no ser shakesperiano para hacer de esa duda el alambre
en el que moverse, siendo capaz de equilibrar todos los pesos que la vida va
colocando sobre nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra alma.
Hablo de un
libro que se mueve en ese triángulo puramente humano de cuerpo, mente y alma
para examinar lo sufrido por el primero, conocer lo exigido a la segunda y
aliviar las penas de la tercera. Eso sólo es capaz de conseguirlo la buena
literatura y ‘Ordesa’, firmado por Manuel Vilas y editado por Alfaguara, que
aún no se lo había dicho, es uno de los ejercicios más valientes y decididos
sobre cómo la escritura puede servir para descender allí donde nadie quiere
bajar y de donde pocos pueden regresar sin más daños que los a priori
conocidos.
El escritor,
nacido en Barbastro en 1962, entra y sale de su interior a través de la pérdida
de su padre y de su madre. Ausencias que lastran un futuro, sobre todo si uno
se para a pensar en sus actos junto a ellos, la mayoría inherentes a la edad y
a sus caprichos, más que a una consciencia plena sobre cómo se actuaba, para
enfrentarse así al dolor y la emoción de un pasado que, sin embargo, forja
mucho de lo que hoy somos. Y es aquí cuando se produce el cambio del yo al
nosotros, porque este libro, a poco que uno se deje llevar, más que la historia
de Manuel Vilas, es la historia de muchos de nosotros, de una generación que
creció en los estertores de una dictadura gris y miserable que se interiorizaba
en los hogares de millones de familias que formaban parte de un país
narcotizado por él mismo.
Manuel Vilas
hace de Ordesa, el valle pirenaico, el ser, el refugio de la memoria y de
aquella presencia junto a su padre, mucho más poderosa que cualquier otra
situación de la vida, el anclaje con aquella dimensión familiar que el tiempo
ha ido sedimentando. Las palabras del poeta Manuel Vilas (acérquense a su
poesía completa editada por Visor), tiñen todo aquel tiempo de esas dudas tan
necesarias sobre nuestras propias vidas, dudas que se transmiten a quien lea el
libro por cómo son sus relaciones con sus padres, con los que están y los
que se han ido de una manera física, aunque como nos enseña el autor, siempre
estarán presentes de una manera u otra, a través de fotografías, objetos (qué
maravilla como se trata aquí a los objetos y lo que hay tras ellos) o de hechos
de los que nunca podremos escapar, ya que están en nosotros mismos. Ese hálito
poético es el que permite desterrar los fantasmas, el que hace que acariciando
una cocina acaricies a tu madre, o que viendo un coche en un garaje
recubierto de polvo adivines el triste final. Es la ficción de un hombre
asustado, como él mismo escribe, en un libro lleno de palabras, frases,
párrafos y páginas brutales, que se hacen escalofrío y revelan como sincerarse
consigo mismo para un escritor es el ejercicio más real y comprometido con su
profesión y con las dudas para ser o no ser.
Publicado en Diario de Pontevedra/El Progreso de Lugo 13/02/2017. Fotografía Alejandro García.
Más sobre Manuel Vilas. América (Círculo de Tiza, 2017) http://ramonrozas.blogspot.com.es/2017/01/america.html
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