xoves, 28 de decembro de 2023

Palacios de los sueños

 

[Ramonismo 177]

'El limbo de los cines’ reúne en una edición ilustrada varios relatos sobre el hecho de adentrarse en una sala de cine



Hace unos días supimos que Luis Mateo Díez era reconocido con el máximo galardón de las letras en lengua castellana, el Premio Cervantes. Premio de tal magnitud que suele acontecer que, tras saber de su ganador, surgen a su alrededor voces encontradas, discordias y desavenencias tan propias del jardín umbrío de la literatura como de la condición humana.

No ha sido esta la ocasión en que eso se haya producido, sino que la unanimidad absoluta en la respuesta ante el acierto de esa decisión se ha plasmado en el aplauso unánime y el justo reconocimiento a uno de esos escritores que con una trayectoria brillante de méritos literarios, volcados donde realmente deben ser concretados, en sus libros, y sin grandes alharacas mediáticas, ha configurado una carrera repleta de la conquista de un universo propio, entre la realidad y la fantasía, y que, como en pocas ocasiones, responde a ese adjetivo que quieren sumarse muchos pero que pocos logran, de lo cervantino.

En esa labor de armar un mundo propio, plasmado en una geografía y un corpus social, como hicieron autores como Faulkner y Onetti, tiene un peldaño más en un libro reciente, publicado unas semanas antes de saber de los laureles literarios y que tiene mucho de especial. ‘El limbo de los cines’, editado por la siempre magnífica en el cuidado de sus publicación, editorial Nórdica, es un conjunto de relatos que surgen de la experiencia de espectador cinematográfico, no tanto de la visión de filmes a lo largo de los años, sino de esa incomparable, frente a otras artes, sensación de compartir oscuridad con otras personas para adentrarse en la historia que se nos ofrece en una pantalla. Un ritual que tiene mucho de mágico, en el que adentrarse en lo que se propone frente a nosotros también puede ser visto a la inversa, en un proceso de realidad y fantasía entre lo que sucede en el patio de butacas y el mundo exterior de la sala de cine y la pantalla.

Al igual que hiciera Woody Allen con la magistral ‘La rosa púrpura del Cairo’, en el que los personajes entraban y salían de la pantalla para relacionarse con los espectadores, Luis Mateo Díez también nos propone doce relatos, cada uno con el nombre de un cine de esas localidades que configuran su territorio literario de nombre Celama, en el que mito, imaginación y memoria, generan un sustrato colectivo al que ahora se suman de manera especial los cines, con todo lo que eso supone de proyección de experiencias íntimas, de misterios y epifanías en ese limbo entre lo real y lo irreal, que es el contexto cinematográfico.

Asistimos, por lo tanto, a historias que vertebran la identidad local, de personajes y situaciones costumbristas, con todo lo que se es capaz de evocar desde una película, donde te puedes encontrar trabajos de todo tiempo desde exóticas latitudes, a tiempos pasados, desde historias de amor a películas de aventuras. Todo ello permite trenzar un universo diferente, lleno de divertimentos, de un humor colmado de humanidad, y que emplea esa fascinación para contagiar el mundo real de esa capacidad para engrasar lo áspero de la vida que sólo puede alentar el mundo del cine.

En otro de sus libros, ‘Fábulas del sentimiento’, Luis Mateo Díez escribe en el prólogo que «tenía clara la ambición de crear una peculiar comedia humana, en nada ajena a lo que constituye el subsuelo y andamiaje de mi mundo narrativo...». En ‘El limbo del cine’, subsuelo y andamiaje, siguen siendo los mismos, así como su empeño por seguir dando vueltas alrededor de esa comedia humana de la que todos formamos parte. Para ello pocos contextos tan inspiradores y diferenciales que los cines, que el escritor pone en valor incluso por encima del propio hecho cinematográfico que transcurre ante nuestros ojos. Así es como la pantalla, el patio de butacas, las filas y los asientos, los accesos, las taquillas... todo lo que sustenta ese contexto, toma una importancia sustancial a la hora de configurar todas estas historias, propiciando que se genere un microcosmos repleto de complicidades personales con lo vivido por el propio autor en épocas pasadas.

Y si el cine es sustancialmente un mundo de imágenes, las palabras de Luis Mateo Díez las encontramos brillantemente acompañadas por una serie de ilustraciones firmadas por Emilio Urberuaga que convierten a este libro en una de esas joyas editoriales que Nórdica es capaz de producir. Un libro lleno de sueños, de homenaje a esos cines que tan importantes fueron para nuestra formación sentimental y personal. La casualidad ha querido que el sueño de todo escritor, lograr el Premio Cervantes, coincida con esta evocación cinematográfica desde la literatura, un eslabón más en la trayectoria del autor por reflejar esa comedia humana de la que él mismo es parte mayúscula.

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 18/11/2023 

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