[Ramonismo 176]
'El querido hermano’ novela el viaje de Manuel Machado para visitar la tumba de su hermano horas después de su muerte
ANTONIO y Manuel Machado. Dos hermanos, dos Españas. El primero, exhausto por el vagar de un exilio entre caminos de dolor y llanto, reventó en Collioure, en febrero de 1939, frente a un mar y junto a un gabán en cuyo bolsillo un papel guardaba como un tesoro unas palabras que eran bálsamo: «Estos días azules y este sol de la infancia», y fue él quien escribió aquello de que «una de las dos Españas ha de helarte el corazón». Así ocurrió, y todavía hoy parece que esta tierra se empeña en continuar dentro de ese ruin marco, de ahí que las figuras de estos dos personajes que compartían sangre y pasiones literarias, a los que la vida y la situación sufrida en España tras la sublevación militar de 1936 fue progresivamente alejando, ubicándolos respectivamente en cada uno de los dos bandos enfrentados en la Guerra Civil, representen esos dos ecosistemas existenciales.
Si siempre se ha calificado este conflicto como de una guerra entre hermanos, el caso de Antonio y Manuel Machado es uno de los ejemplos más evidentes de esta situación, envuelta por las luces y sombras que rodean a todo ser humano, precisando para su mejor comprensión de diferentes acercamientos a esa realidad. Uno de los más lúcidos y emocionantes de los últimos tiempos es el que refleja el escritor Joaquín Pérez Azaústre en su novela ‘El querido hermano’, galardonada con el último Premio Málaga de Novela y que ha editado Galaxia Gutenberg, en la que se relata el itinerario (no sólo físico) de Manuel Machado tras conocer el fallecimiento de su hermano, y cómo se gestiona ese desplazamiento entre Burgos y Collioure, amparado por el preboste franquista, y también literato, José María Pemán, quien entendió de cuestiones humanas y afinidades literarias por encima de las miserias bélicas.
Esta magnífica idea de novelar ese recorrido por todo lo que posibilita, al mismo tiempo nos va a permitir la aproximación a la situación social que se vivía en aquel momento y que el autor refleja de una manera muy clara, integrándose perfectamente en la circunstancia familiar, no lastrando la peripecia vital de los dos hermanos, sino contextualizando y explicando muchas de esas situaciones o decisiones que el trazo gordo, los prejuicios o el paso de los años, van solidificando para desdén de uno y otro y, sobre todo, deja patente el marcado amor que mantenían ambos, aún cuando los devenires vitales lo fueron ensombreciendo todo.
Ese camino en el que confluyen otros personajes, como Eulalia, la mujer de Manuel Machado; o Raúl, el chófer de la expedición; activa toda una serie de recuerdos que nos van a ir dando las claves precisas para componer ese puzle lleno de complejas piezas que poder encajar finalmente cuando todos ellos lleguen a la localidad francesa y entendamos que ambas vidas sólo tienen sentido narradas en paralelo, como parte de un destino común y que ahora se revela ante nosotros. Un desplazamiento entre bosques, elementos simbólicos, ciudades como San Sebastián, donde el propio Manuel Machado pronunció su discurso de ingreso en la Real Academia Española no obviando su condición de hermano del poeta rojo y soportando numerosos recelos por parte de quienes veían en su pasado una mácula para tales honras, enfrentándose a esa atmósfera de «cosas en el aire» que siempre les rodeó. Ese pasado está muy presente a lo largo de la novela, un pasado de vida en común en el París de la bohemia de entre siglos, también de éxitos teatrales compartidos entre ambos, llenando plateas y recibiendo numerosos aplausos y loas, pero siempre bajo los vaivenes políticos del convulso siglo XX en España con el fin de una monarquía, la dictadura de Primo de Rivera, la República, la Guerra Civil... episodios de la historia de un país que también lo fue de millones de vidas particulares, la mayoría anónimas, pero otras, como las de los hermanos Machado, elevadas sobre el resto por sus méritos literarios, y que muchos han querido seguir manteniendo enfrentados sin atender a lo particular e íntimo, a lo que supone un vínculo al que ninguno de los dos nunca renunció y motivó un viaje de despedida, o mejor dicho, de reencuentro.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 11/11/2023
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