CLÁSICOS PARA UN VERANO Hay películas convertidas en eternas, más que por sus bondades artísticas, por lo que significan en un momento determinado de la historia del cine. La guerra de las galaxias es una de esas películas, gracias a saber amalgamar bajo el formato de la ciencia-ficción componentes de otros géneros, como el western o el cine de aventuras, proyectándolos hacia un futuro en el que nuevos directores no han dejado de beber hasta hoy. Prepárense para un viaje interestelar.
Nunca unos títulos de crédito han sido tan famosos como los de esas palabras que se van fundiendo en el espacio bajo los espectaculares acordes de la música de John Williams. Todo huele a épica y al inicio de una aventura en la que el espectador se va a adentrar de manera irremisible. El episodio IV de La guerra de las galaxias, el primero en cuanto a su filmación, es una de esas películas que no puedes dejar de ver en cuanto te asomas a uno solo de sus fotogramas. George Lucas compuso así una de las factorías más lucrativas del mundo del cine, inaugurando un nuevo tiempo que trascendía a lo cinematográfico y abría nuevos campos en cuanto a la promoción, el marketing o la publicidad de un producto.
Es simplemente una simple historia de buenos contra malos en la que el director quería mostrar, en un principio dirigiéndose a un público infantil, las conductas positivas y negativas que mueven al ser humano. De esa aparente sencillez emana el gran éxito de La guerra de las galaxias y como a su alrededor se han ido conformando toda una serie de elementos que han sabido integrar una narrativa tradicional, asequible para el gran público, con una nueva mirada al cine de ciencia-ficción basada en su condición más espectacular y alejándose de otro tipo de connotaciones más científicas.
Y es que a lo largo de toda la saga su director ha sabido amalgamar elementos del cine de aventuras medievales, del western, de la películas de ciencia ficción, con numerosos anclajes en el imaginario colectivo de la sociedad.
La historia de unos rebeldes que, con escasos medios pero cargados de valor, luchan contra el Imperio del mal, un mundo blanco contra la negrura encarnada en uno de los grandes malvados de la historia del cine Darth Vader, enseguida te hace formar parte de ella. Héroes como el joven Luke Skywalker, cuya inocencia y un destino que le conducirán a ejercer de libertador marcarán sus pasos; o Han Solo, inmejorablemente interpretado por Harrison Ford, en uno más de esos papeles que a todos nos gustaría interpretar, en este caso como el guaperas fanfarrón, pero indispensable para poder llevar a cabo el fin del grupo. Porque estamos ante una película de grupo, en la que las individualidades sirven para sumar en beneficio de la comunidad. Hasta los robots, C3PO y R2D2, son dos ‘actores’ más, participando del éxito colectivo con momentos puntuales en los que se convierten en imprescindibles.
Junto a ello destaca la maravillosa capacidad imaginativa del director. Planetas, seres, artilugios, armas, atmósferas, naves, indumentarias... todo esto forma parte de una fantasía que muy pocos se atreven a llevar a una pantalla y que aquí asoman para irse multiplicando exponencialmente a medida que los años y los avances tecnológicos se van sucediendo en las siguientes películas de la saga. Y es que La guerra de las galaxias hay que entenderla como un proyecto en el tiempo, un conjunto de películas que pretenden explicar esa permanente lucha entre las fuerzas del bien y del mal. Una forma muy particular de poner en discusión elementos de nuestra propia sociedad y las diversas maneras de ejercer el poder o el control de los individuos parangonados en la pantalla a través de las seis películas que conforman la saga. Pero que tiene al individuo como gran protagonista, y como su papel dentro de la sociedad puede ser decisivo para toda ella, dependiendo en gran parte de las decisiones que opte tomar a lo largo de su existencia. Para ello George Lucas crea una ‘raza’ especial, esos caballeros Jedi armados con la fuerza, una fuerza que emana del bien y se enfrenta al mal, a aquellos que ponen en peligro la salud de la comunidad. Esa pureza interior es la que dota de un poder sobrenatural a esos seres que deben perpetuarse para mantener un equilibro de fuerzas que se puede romper en cuanto alguno de ellos se sienta atraído por el lado oscuro.
Con esta primera producción George Lucas creó un maravilloso relato, con unas consecuencias, a buen seguro, inimaginables ni tan siquiera para él mismo. Lo que empezó siendo una especie de entretenimiento mientras creaba una de las películas de culto de los setenta, ‘American graffiti’, se transformó en una de las películas más lucrativas de la historia del cine, llena de extraordinarios momentos de tensión y aventuras. Todo un espectáculo al que muchos se han adherido como incondicionales fans. Seguidores de una historia disfrazada de cine de ciencia-ficción, pero que, y sobre todo en sus tres primeras películas, conserva los aromas del cine clásico, pero proyectado hacia un futuro que George Lucas convirtió en presente gracias a su anticipación y a una imaginación enfrentada, incluso, a las fuerzas del mal.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 5/08/2012
Próxima semana, 'Manhattan' (Woody Allen, 1979)
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