Toros de la ganadería de Alcurrucén. Muy justos de fuerza.
Juan José Padilla. Estocada desprendida (oreja), estocada ligeramente desprendida (oreja).
Sebastián Castella. Media estocada (oreja), gran estocada (dos orejas).
Miguel Ángel Perera. Dos pinchazos, estocada caída y descabello (silencio), dos pinchazos y estocada desprendida (silencio).
Primera corrida de toros de
Subían por el Atlántico, por la senda que siguiera Teucro Valiente para fundar nuestra Pontevedra, los rumores, envueltos en la niebla, de la tarde colombina del viernes. El mano a mano de José Tomás y Morante de la Puebla , espectáculo que revolucionó Huelva y alrededores y del que las crónicas hablan y no paran. La espesa niebla y la lluvia cerraron la entrada de la ría y esos cantos de sirena apenas penetraban en el pétreo coso sanroqueño, asistiendo a un espectáculo que apenas transmitía emoción. Unos toros justos, muy justos de fuerza, a los que los toreros se afanaban en cuidar como a bebés para que cuando llegase el turno de la muleta ofreciesen algo de juego.
Así transcurrieron los cuatro primeros, un pase aquí y otro allá, y los tendidos asistían a un comienzo de feria sosote y apagado. Pero el toreo surge de un instante, de un momento en el que la niebla se diluye y todo se aclara. Céfiro espantó el aburrimiento, los cielos se abrieron y las sirenas trajeron su canto onubense para que escuchase un joven francés y así ponerse a torear como los ángeles.
Sebastián Castella cogió el capote y ¡oh,la,la!, realizó una honda tanda de quites a ese quinto toro de nombre ‘Cancionero’, las sirenas le hablaban al oído y le contaban lo que había hecho Morante unas horas antes para que el tiempo fuese arena corriendo entre sus dedos; después atornilló los pies en el centro del redondel e hizo de la quietud movimiento. El emblema tomasista revivido en la figura de un Castella que ligó dos tandas con la mano derecha que convirtieron en humear de palmas el escepticismo reinante sobre lo que iba a dar de sí la tarde. Profundas, ceñidas y con continuidad, alma de la conexión con el público, fueron las características de esas dos series que abocaban al diestro al éxito. De nuevo jugó con la verticalidad para pasarse al toro muy cerca y dejarlo en suerte. Como una exhalación hundió la espada para que ‘Cancionero’ cayese fulminado. No fue muy necesario el unánime revolotear de pañuelos para que el presidente concediese los dos apéndices.
Quedaba el último de la tarde,el segundo en el lote, a buen seguro el peor de la tarde, del debutante en esta plaza Miguel Ángel Perera. El toro no permitió mucho, tampoco el primero, pero el diestro, por las condiciones que de él sabemos, debía haberse fajado algo más con sus oponentes, y si el capote ni lo desdobló, con la muleta había que haber expuesto algo más. Esto, junto con la confirmación de su mala racha con la espada hicieron que saliese a pie.
Caso aparte es el de Padilla. ¡Un tío este Padilla! dejando el parche y lo que ello supone a un lado, el torero se mostró entregado a buscar el triunfo y enseguida conectó. Los toros no permitían demasiado, parándose y no facilitando ligar las tandas, pero su comienzo de faena del primero (apretado en tablas y un buen par de banderillas al violín), así como la faena basada en la mano izquierda a su segundo, le permitieron dar dos emocionantes vueltas al ruedo con abrazo de niña espontánea y bandera pirata para celebrar sendas orejas con las que acompañar a Castella por la puerta grande.
Publicado en Diario de Pontevedra 5/07/2012
Fotografía: Rafa Fariña
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