El 5 de agosto de 1962 una llamada telefónica realizada por el psicoanalista de Marilyn Monroe al jefe del Departamento de Policía de Los Ángeles le anunciaba el fallecimiento del gran icono cinematográfico de los Estados Unidos. Se cerraba así la existencia de una mujer que desde su niñez nunca tuvo fácil su paso por una vida que la acariciaba durante el día para, una vez llegada la noche, dejarla en solitario en manos de sus numerosos fantasmas y las peligrosas compañías del alcohol y los fármacos, generando un explosivo cóctel de vida y cine.
Bautizada como Norma Jean Baker fue siempre conocida como Marilyn Monroe, toda una metáfora de la anulación de su vida personal aplastada por su imagen en el mundo del cine y su papel dentro de la sociedad norteamericana. Marilyn Monroe encarna como pocos personajes a lo largo del siglo XX la representación de ese ser atormentado, bajo un acoso constante, siempre en el ojo de una sociedad que tanto la amaba que del apretón que finalmente la dejó sin respiración. Marilyn solo fue Norma Jean durante una amarga niñez y en las habitaciones de hotel en las que la oscuridad y el silencio penetraban en su alma para convertir a una diosa de día en un juguete roto durante la noche. Vestida únicamente con unas gotas de Chanel nº 5 en una de esas noches, en esta ocasión en su casa de Los Ángeles, la muerte hizo que su alma atormentada descansara en paz. Fue un 5 de agosto de 1962.
Su exuberante cuerpo fue su principal enemigo y ya desde muy joven su anatomía hizo que las miradas de muchos hombres se posasen sobre unas curvas que se convirtieron, tras sus iniciales apariciones en pantalla, en las más famosas de un Hollywood encantado de que esta muchacha alegre se convirtiese en una estrella. Era el relevo generacional a las actrices de los años treinta y cuarenta, una imagen fresca, poderosa y con un halo de modernidad, que reflejaba la irrupción de un nuevo tiempo, tanto en el cine con la llegada del color y nuevas formas de exhibición, como en la sociedad norteamericana, que comenzaba a restañar las heridas provocadas por la II Guerra Mundial.
Sus ceñidos vestidos comenzaron a aparecer en películas tan sobresalientes como ‘La jungla de asfalto’ (1949) de John Huston o ‘Eva al desnudo’ (1949) de Joseph L. Manckiewicz, en dos papeles sencillos, en los que además de una bella actriz comenzaban a intuirse sus posibilidades interpretativas. Lastrada por ese cuerpo y por arrobas de envidias, muchos fueron los que pusieron en duda el talento interpretativo de Marilyn Monroe. Visionar sin ningún tipo de prejuicio ‘Los caballeros las prefieren rubias’ (1953), ‘La tentación vive arriba’ (1955), ‘Bus Stop’ (1956), ‘Con faldas y a lo loco’ (1959) o ‘Vidas rebeldes’ (1960), debería ser más que suficiente para conceder a la actriz la condición de extraordinaria, lo cual no está exento de un complejo carácter, que en numerosas ocasiones provocó que los diferentes directores con los que llegó a trabajar perdiesen los papeles y criticasen su falta de profesionalidad durante los rodajes.
Sus coqueteos con los fármacos y el alcohol fueron haciendo cada vez más compleja la vida de Marilyn Monroe. El día no hacía más que proporcionarle interesadas compañías, amantes y personajes que querían medrar bajo la luz que irradiaba su presencia, pero que al ponerse el sol abandonaban a la actriz para irse sumiendo ésta cada vez más en un naufragio personal azotado por las dudas y la desconfianza en el ser humano. Marilyn no podía salir a la calle sin que cientos de cámaras siguiesen sus pasos, algo que se incrementó de manera determinante cuando comenzaron a escucharse rumores de su ‘affaire’ con el presidente Kennedy al que cantó aquel cumpleaños feliz el 29 de mayo de 1962 que hizo estremecerse al mundo, cuanto más para el primero de los americanos. Implicaciones de la propia Mafia o del FBI, no hicieron más que ir aumentando la presión de una caldera en la que no faltaba ya mucho para hacer saltar por los aires a Marilyn Monroe.
Cuando el que fuera su marido Arthur Miller escribió el guión para la que es una asombrosa película ‘Vidas rebeldes’, dirigida por John Huston, basó muchas de las experiencias que le suceden a la protagonista en sucesos de sus propias vidas, aquí enfrentada al simbólico Clark Gable. La película se convirtió en una dura prueba para la actriz, un rodaje en el desierto y el aumento de sus dependencias provocaron un crisis que la llevó a ser hospitalizada en un centro de Los Ángeles e incluso a hablar de su fallecimiento.
Tras reincorporarse al rodaje regresó separada de su marido y muy debilitada fisica y mentalmente. El hilo que unía al juguete de América con la vida era ya extremadamente fino, pero ante nos regaló una interpretación sublime de la que el propio Houston dijo “No tenía técnica de actuación. Era todo verdad, era solo ella”.
Esa soledad fue siempre su única compañía el lugar donde Marilyn era bombardeada por una infancia de abandonos y abusos sexuales, de numerosas compañías a lo largo de su vida. En ese momento Marilyn Monroe comprendía que era solo un entretenimiento para América, un cuerpo con una melena rubia que llenaba horas y horas de televisión y miles de páginas de prensa para que algunos se divirtieran o se hicieran ricos mientras ella gritaba en su interior ¿por qué? Todo era ya demasiado, angustiosamente excesivo, hasta que esa noche del 5 de agosto una llamada al jefe del departamento de policía de Los Ángeles le comunicaba el fallecimiento de la actriz Marilyn Monroe. Comenzaban los rumores, ¿suicidio o asesinato?, pero todo eso ya poco importaba para una mujer que volvía a llamarse Norma Jean.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 5/08/2012
Fotografía de Richard Avedon
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