Rue Saint-Antoine nº 170
Pintura ▶ De dirigir el urbanismo de Pontevedra a finales de los años
noventa a vivir ahora un intenso momento como artista plástico. Fernando
Lafuente comienza el año con numerosos proyectos que confirman la reinvención
de un hombre que abandonó la política para caer en brazos de la pintura. Una
dama que nunca defrauda.
Una licenciatura en Belas Artes, un Premio Novos Valores, veinticinco
kilos menos y dieciocho maratones después arranca un frenético año para
Fernando Lafuente con dos exposiciones, una abierta actualmente en la sede
pontevedresa de la Xunta
de Galicia y otra que se inaugurará el 3 de febrero en la Casa de Galicia en Madrid. A
ambas hay que unirle la apertura de un espacio en la calle Manuel Quiroga,
‘Piso dos’, junto a otra creadora, Rosa Neutro, también salida de la facultad
de Pontevedra, dedicado a ofrecer un espacio a quienes tantas dificultades
tienen para visibilizar su talento. Algo que le preocupa mucho a Fernando
Lafuente al ver como varios de los que estudiaron junto a él están dedicándose
a otras labores, desanimados por esa falta de oportunidades. A esa facultad
llegó para resolver una inquietud y lo que hizo fue abrirse un nuevo futuro con
la pintura como pasión y la exigencia como guión.
Atrás queda su etapa como concejal de Urbanismo en el Concello de
Pontevedra, bajo el mandato de Juan Luis Pedrosa, y llega la decisión de
aprovechar la presencia en Pontevedra de una facultad de Belas Artes. Dejar el
Concello le permitió descubrir la cantidad de tiempo de que se puede disponer a
lo largo de un día para dedicarse a otras facetas de la vida que colmen las
apetencias y necesidades del ser humano. Es entonces cuando el mundo de la
plástica, siempre muy presente junto a su formación como arquitecto, asoma para
realizar una de esas llamadas decisivas. «De pequeño pinto en las mesas en las
que trabajo, mis libros están dibujados y me dedico a la arquitectura, una
carrera muy exigente con el dibujo y quedas un poco harto de esa limitación.
Siempre tuve una gran preocupación por el arte, por asistir a exposiciones, y
un buen día decido aprovechar la oportunidad de ampliar conocimientos en una
facultad muy cómoda para mí por la proximidad a mi vivienda y a mi estudio. Sin
más pretensiones», comenta Fernando Lafuente. Pero esas pretensiones se fueron
convirtiendo en un reto y también en una obligación moral con uno mismo al ver
como muchos posibles alumnos se quedaban fuera de entrar en esa carrera. «Si
alguien se ha quedado fuera porque yo he entrado creo que debo ser consecuente
con mi decisión. Y es cuando me lo tomo más en serio de lo que pensaba, pasando
de aquella intención de asistir a un par de clases a la semana a no perderme
ninguna», recuerda el artista, al tiempo que hace balance de su relación con el
resto de sus compañeros, mucho más jóvenes que él: «Al principio hubo una
cierta fricción, muchos pensaban que el profesor era yo, me preguntaban cosas,
me decían que mañana no podrían venir a clase, me veían como un padre, cuando
muchos de ellos buscaban huir de la presencia paterna. También yo hacía muchas preguntas a los
profesores, era muy exigente con ellos, y ahí también me podían ver como un
poco repelente. Pero todo eso fue cambiando, aquel Fernando paso a ser Fer, y
soy uno más. Hoy mantengo muy buena relación con ellos y sigo lo que hacen».
Y de los alumnos a los profesores y ahí Fernando Lafuente no encuentra
calificativos suficientes para valorar todo lo aprendido. Enseñanzas de unos,
los alumnos, y de otros, los profesores. Todo ello cristaliza en una
licenciatura y en plantearse un camino desde la plástica, sobre todo basado en
el material y ciertas resistencias de materiales que veía eran complicadas para
sus compañeros. Buscar la tensión desde el soporte, y es cuando Fernando
Lafuente comienza a pintar sobre la madera que irá descomponiendo. «Pintar,
cortar y componer otra vez. Es un proceso de destrucción y construcción».
Explica el autor sobre el proceso de un trabajo que hasta el 30 de enero
podemos ver en la sala de exposiciones de la Xunta de Galicia en Pontevedra, con doce grandes
piezas en las que se empieza a trabajar pero no se sabe como va a concluir.
Piezas libres, que huyen de sus bordes, de espacios contenidos y buscan su
libertad compositiva, desde una crítica personal que lleva hasta el extremo y
que era algo en lo que insistía a sus compañeros de promoción: «Tenéis que ser
críticos. No todo vale, hay que seguir investigando, no todo lo que hacemos es
válido». Yo nunca me conformo con el resultado, siempre busco algo con la
esperanza de no encontrarlo nunca. Si lo encuentro lo dejo», explica Fernando
Lafuente como esa gran meta que nunca se debe atravesar.
Sí que cruza otras metas quien tiene en el deporte, y en correr
maratones, otra de sus vertientes, tan terapéutica como la pintura. Lleva ya 18
finalizados y mientras corre piensa en cual va a ser su próxima obra, su
próximo desafío en esa pintura de fondo.
Publicado en Diario de Pontevedra 25/01/2015
Fotografía: Fernando Lafuente ante una de sus obras (Rafa Fariña)
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