Una enorme oda a la literatura es en lo que se convierten las
páginas de este libro ‘Las letras entornadas’ de Fernando Aramburu. A esas
letras es a las que recurre el autor para fijar los diferentes hitos de su
vida, momentos en los cuales los libros han estado siempre muy presentes.
Emociones contenidas que se desbordan desde los primeros instantes al referirse
a su infancia, a lo que podían pensar sus padres de un vasco que recitaba
versos en alto en su habitación y que sentía desde tan joven que la literatura,
escribir libros y ganarse la vida con ello, sería un sueño que cumplir. Ese
sueño se cumplió, muy adelante en el tiempo, con cincuenta años y desde la Alemania a la que se fue
a vivir para cumplir algo que también tenía ya muy claro desde la adolescencia,
«el deseo de no vivir donde nací».
Esa literatura es también parte de un gozoso banquete. Todo aquello que
nos genera placer tiene un algo de festín, de disfrute del placer. A ese festín
es al que nos invita el autor con una estructura que hace del libro una especie
de dietario de lo vivido y lo leído, también de lo sentido, y en donde la
literatura funciona como la argamasa que engrasa esos tres círculos
concéntricos con el autor en el centro y a los que solo les falta un elemento
para ser perfecto: un buen vino. Así es como cada uno de los capítulos se
inicia con una presentación que se manifiesta como una conversación entre el
autor y un Viejo, así es como se refiere a él, propietario de una
extraordinaria bodega de la que surge una o alguna botella más que beber como
aliciente para la conversación sobre aspectos vinculados a los libros.
Esas conversaciones dan pie a que Fernando Aramburu traiga hasta esa
habitación textos escritos por él desde los que analizar o reflexionar de una
manera más que amena sobre obras, autores o experiencias vitales inmersas en lo
literario, muchas de ellas profundamente emotivas, como las surgidas de ese
prematuro amor por la literatura, la compra de libros disponiendo de escasos
recursos, el descubrimiento de ciertas lecturas escolares o el mundo del
terrorismo de ETA acosando a libreros y efectuando crímenes en un tiempo no tan
lejano. De esta manera se va componiendo un itinerario vital repleto de
chispazos que van a lograr que el lector, sobre todo aquel que sienta esa
proximidad con sus universos literarios propuestos, sienta esa corriente y note
la sacudida, más todavía si confluye en alguno de los gustos que el propio
autor manifiesta.
De esas diserciones y conversaciones con el amparo literario emerge la
personalidad del escritor, y una concepción humanística de la existencia que
tiene en la literatura un germen de placer y satisfacción, que no debe quedar
en algo solitario, de ahí, quizás, la necesidad de este libro para evitar que
la literatura, como el vino solitario, corroa nuestra alma.
Publicado en Diario de Pontevedra y El Progreso de Lugo 15/02/2014
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