Pocos viajes hay más complejos para el ser humano que el que realiza
hacia el interior de uno mismo. Ese itinerario se convierte en una mezcla de
alegrías y tristezas, de melancolías y realidades que convergen en un proceso
de excarcelación de demonios, pero también de caricias y afectos a aquello que
nos hizo felices en algún momento. Carlos Pardo nos propone, a través de este
libro sorprendente, sobre todo para quienes no conocíamos su escritura, uno de
esos cruceros íntimos y por lo tanto sinceros a lo que puede ser su propio
itinerario vital (uno siempre intenta ver la proximidad entre el autor y el
relato). El protagonista está cerca de cumplir los cuarenta años, como este
autor que se adentra por un complejo bosque lleno de peligros que acechan a la
consolidación de la persona, formando parte de un proceso de aprendizaje que no
siempre es fácil.
La familia emerge, entonces, como gran aglutinante de todo ese territorio
experimental. Las relaciones entre cinco hermanos, el divorcio de los padres,
sus enfermedades... en definitiva, un paisaje que muda, y sus protagonistas con
él, transformando percepciones e identidades, en definitiva, renovando nuevos
tiempos en lo que son las etapas por las que la vida, caprichosa ella (por no
calificarla de otra manera), nos obliga a pasar, en muchos casos como peaje por
ese milagro en que tantas veces se convierte nuestra existencia.
Y en medio del relato, como una gran brecha metafórica, se abre otro
texto breve que narra un episodio histórico, como fue la marcha a la localidad
de Lübeck de Johann Sebastian Bach para suceder a otro gran organista, aunque
completamente sepultado por Bach, como fue Buxtehude, un viaje que nos evade
durante unas páginas de lo que nos estaba envolviendo con anterioridad, el
tránsito de una familia por su propia identidad. Por aquello que sus miembros
han ido conformando con aciertos y errores, con unas decisiones que los han
puesto en muchas ocasiones en el borde del precipicio y el cual hay que superar
de la manera menos dolosa posible.
Carlos Pardo emplea toda una serie de fugas que, como el aire que expulsa
cada uno de los tubos de un antiguo órgano, emite una sonoridad diferente, una
válvula de escape a todo lo que se está cociendo en un interior que los años
han ido cocinando a fuego lento y del que solo los libros, la música, los
amores... permiten evadirse de aquello que se está convirtiendo en drama. Una
disolución de la tristeza en el siempre efectivo bálsamo del humor que permite
al autor, con este relato, enfrentarse a aquello que no es nada fácil llevar a
cabo. Su lenguaje fresco y dinámico, sin pretensiones sofisticadas, incide en
esa sensación de humanidad que pende de cada una de estas líneas convertidas en
fugas de una vida condensada en el clan familiar.
Publicado en Diario de Pontevedra y El Progreso de Lugo 1/02/2014
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