[Ramonismo 20]
Irene Vallejo nos propone en el ensayo 'El infinito en un junco' un lúcido viaje a través del tiempo y la historia para conocer el origen del libro
HAY
LIBROS que son mucho más que eso. Libros que se convierten en itinerarios a
través del universo del ser humano capaces de transportarte y conducirte por
espacios de la historia llenos de momentos trascendentales para el futuro,
incluso, aunque nos parezcan muy lejanos, para el nuestro. ‘El infinito en un
junco’, de Irene Vallejo, editado por Siruela, es uno de esos regalos que de
vez en cuando el ámbito literario pone en nuestras manos para entender el
verdadero significado de la palabra libro. Y lo digo así porque este texto nos
sitúa frente al libro y a su importancia a lo largo de la historia,
fundamentalmente en su origen, en su nacimiento y consolidación como
acumulación de saberes, pensamientos, actividades artísticas, leyes... en
definitiva, en su condición de contenedor de la presencia humana en sus más
variadas posibilidades para la fijación y transmisión de conocimientos.
La
labor homérica de la autora está llena de valentía por la inmensidad de esta
empresa, por la idea original de plantearle al lector de nuestros días una
senda que le lleve a empatizar con esos tiempos remotos de culturas como la
sumeria, la egipcia o los gigantescos siglos del esplendor y decadencia de
Grecia y Roma. El carácter didáctico de toda la narración, la magnífica
escritura de Irene Vallejo, y el estar a lo largo de todo el libro tendiendo
puentes entre los diferentes tiempos pasados y nuestro presente, lo dotan de
una gran proximidad con el lector que no deja de saborear cada página como un
enriquecedor aprendizaje, así como un disfrute literario de primer orden.
Estamos, por lo tanto, ante un libro infinito, una acumulación de textos y
autores que Irene Vallejo dispone ante nosotros como grandes piedras sobre las
que apoyarnos para cruzar la laguna de la historia. Cada paso que damos, cada
piedra que dejamos atrás, forma parte de la siguiente zancada, un impulso de
diferentes sensibilidades e intereses que fueron conformando la historia del
libro. Ese artefacto de piedra, arcilla, papiro, piel, árboles, y ahora
luminosas pantallas, que nos definen como pocas realidades que haya creado el
ser humano a lo largo de su existencia. Nos definen porque cada capítulo en la
historia del ser humano ha tenido sus libros, sus historias que contar, sus
relatos de unas realidades diferentes a las anteriores y a las posteriores.
Grandezas y miserias que nos han explicado como una especie única que ha hecho
del acto de narrar, y posteriormente de la lectura, una de sus acciones más
extraordinarias.
Una
aventura colectiva llevada a cabo en culturas fascinantes, en paisajes
inimaginables, en arquitecturas prodigiosas o en otras humildes bajo un cielo
estrellado, en definitiva, diversos escenarios en los que solo era necesaria la
presencia de un ser humano armado con un útil de escritura y un soporte en el
que contener sus ideas. Grecia y Roma se conforman como los grandes raíles de
la historia para conformar nuestro actual concepto de libro. Irene Vallejo
muestra su conocimiento de estas culturas, que domina bien por su formación,
doctora en Filología Clásica y mundo que, como consta en la contraportada del
libro, acostumbra a difundir en conferencias o en artículos de prensa en el
Heraldo de Aragón o en El País. Varios de esos artículos se publicaron en la
antología ‘Alguien habló de nosotros’. Al tiempo ha escrito dos novelas, ‘La
luz sepultada’ y ‘El silbido del arquero’ y dos libros infantiles, ‘El inventor
de viajes’ y ‘La leyenda de las mareas mansas’. Todo esto nos lleva a pensar en
una persona con un claro afán didáctico e instructivo, alguien que confía
plenamente en la capacidad de aprendizaje y la necesidad del conocimiento en
nuestra sociedad, sí, en esta sociedad tantas veces reacia a activar ese pilar
que, paradójicamente, todos entendemos como fundamental para el ser humano.
Hasta esa vocación de escritora para niños también se puede rastrear en este
‘El infinito en un junco’, en el que la escritura brota de una manera clara,
directa, sin absurdos recovecos que entorpezcan el verdadero sentido de este
libro que es el de tomarnos de la mano y llevarnos a través de un viaje
iniciático por la historia antigua del libro.
Increíbles
son las partes del libro en las que recorre la Biblioteca de Alejandría,
maravillosas en las que se desliza por la Odisea y la Ilíada, emocionantes
cuando se adentra en el nacimiento de Roma y su capacidad de asimilación de
otras culturas, como la griega, y de una gran lucidez cuando nos habla, ya
hacia el final del texto, de lo que supone un libro clásico o la construcción
de un canon. Etapas y momentos que la autora gestiona tejiendo, como Penélope,
un interminable sudario a través del «hilo de las palabras y las metáforas
atraviesa el tiempo, ovillando las épocas». Uno de tantos hermosos entrecomillados
a los que podíamos acudir en este relato de Irene Vallejo en el que temes
llegar al final, rematar una experiencia lectora y de adquisición de saberes
como hacía tiempo que no nos encontrábamos en ese mundo del libro del que este
ensayo se convierte en un devocionario, en una ofrenda que nos acoge a los
letraheridos como cómplices del acto de la lectura, del goce que obtenemos al
asomarnos a las ideas y bellezas de tantos que a lo largo de la historia
gestaron una de las aventuras más grandiosas de la humanidad: el libro y, en
este caso, un libro infinito, el de Irene Vallejo.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 18/04/2020
Preciosas palabras.
ResponderEliminar