Al pasar las nueve de la noche los medios
taurinos digitales comenzaban a emitir señales de humo de la taurinamente
ignota Galicia. Pequeños avisos que hablaban de sonidos de tambores de guerra.
El paso de los minutos y la búsqueda, siempre compleja y misteriosa, de las
palabras, empezaba a convocar un rosario de frases del estilo ‘Morante, la
faena de la temporada en Pontevedra’ (Mundotoro), ‘Morante encandiló con su
toreo’ (Burladero), ‘Morante lo borda en Pontevedra’ (Aplausos). El humo se convirtió en ondas sísmicas que
comenzaban a poner en estado de alerta al orbe taurino, que ya no dejó de mirar
hacia el finisterrae y la plaza de toros de Pontevedra transformada en
escenario de la aparición morantista. La cueva del milagro de Fátima a la que
se acercaron no pocas personas ante la anunciada presencia del del la Puebla.
Alto y flaco, el crítico de ABC Andrés Amorós; Javier Hurtado entrevistando
para Tendido Cero o Vicente Zabala de la Serna, versión 2.0 del inolvidable
Joaquín Vidal y quien mejor cuenta y escribe de lo que sucede en los alberos de
España. Aquí estaban los tres, como los niños de Fátima esperando que hubiese
milagro. Como Santo Tomás, los buenos periodistas estaban en el lugar de los
hechos para ver todo lo que había que ver este año en el mundo de los toros,
mientras José Tomás deshoja su jardín de margaritas.
Y fue aquí,
en Pontevedra. Desde Pontevedra para el mundo y las horas pasaron, la noche se
estrelló y las rotativas comenzaron a vomitar lo que hasta ellas iba llegando.
Así, España entera se avivó con titulares del tipo: ‘Morante es un reloj de
arena’ (El Mundo), ‘Morante enloquece a Pontevedra’ (ABC), ‘Morante enamora
Pontevedra’ (La Razón). Y bajo el señuelo de la letra grande toda una retahíla
de bondades sobre faena y sobre ciudad, sobre ambiente y sobre caracteres de
unas gentes que hacen de esta fiesta algo suyo y que desde hace un tiempo
comienza a ser alabada más allá de O Padornelo. Que los mejores comentaristas
taurinos de este país viajen a donde España se asoma al Atlántico es un orgullo
para todos, que se cante así a la desembocadura del Lérez una bendición y un
reclamo turístico sin igual (ahora que todo se mide en bondades turísticas).
Eso lo han conseguido los toros y Pontevedra, y el sábado la inspiración de un
genio del toreo. Se llama Morante y nació en la Puebla del Río, y un día se
cantará que aquí, en la plaza de A Moureira toreó para el mundo, convirtiendo
en sentimiento lo que luego fue clamor. Lo que se escribió para honra de
Pontevedra aunque lo importante no es lo escrito, sino lo vivido.
Publicado en Diario de Pontevedra 5/08/2013
Grande, Rozas, letras enhebradas de emoción que evocan la emoción vivida.
ResponderEliminarNo sé cuántas veces he visto ya a Morante, en las plazas y en televisión. Tienen algo los genios, y éste lo es, que son capaces de colmar tus expectativas con sólo algún detalle. Si ver tres verónicas y una media del Faraón de Camas rayaba el éxtasis -dicen que había que ser de su cuadrilla para gozar de verdad-, cosa parecida, salvando las pertinentes distancias, sucede con el hijo de La Puebla del Río. Su abigarrado concepto y peculiar sentimiento le confieren cualidades al alcance de muy pocos. Su pragmatismo y su carácter ciclotímico propician en muchas ocasiones un pírrico trasteo y un pronto alivio tizonero. No sucedió así la tarde del sábado. Tras largo viaje desde las Colombinas onubenses, y posterior compromiso en su adorado coso del Puerto de Santamaría, se barruntaba, dirán los escépticos, el consabido trámite sanrroqueño. Pero en las rayas del arenal pontevedrés había cal, mucha cal, antónima de lo que ella pinta. Plantado cual don Tancredo, esta vez sin su silla de enea, tras la machada cachetera, ancló sus reales en el coso y administró pases de ensueño. Con el percal y con la franela. Capote liviano de aperitivo, postre muleteril de alta escuela. No importaban los pinchazos, seis como los toros de la tarde, seis. Ovación atronadora y despedida por todo lo alto. Queda para el recuerdo, como cuando le vi aquella tarde de mayo en Madrid (2009), con un 'Juampedro' de ensueño, parar los relojes de la Monumental de Las Ventas del Espíritu Santo. Yo estuve allí. Y aquí.
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