A
la hora del sorteo el ambiente era de alegría y complicidad en los presentes ya
que todos los animales de la ganadería de César Rincón presentaban, por lo
menos a simple vista, fundadas sospechas de que iban a permitir el lucimiento
de los espadas. Pero en esto ya se sabe... Y luego las cosas no fueron tan
felices, ya que si bien los toreros pudieron sentirse a gusto con sus
oponentes, la justeza de fuerzas y la blandura de manos de los de El Torreón no
permitían excesivas alegrías a los toreros.
Y
si toca hablar de toreros ayer uno destacaba entre sus compañeros de tarde. Ese
que viene rompiendo plazas y ferias desde su efervescencia torera y un
compromiso abrumador con este arte. Se llama Iván Fandiño y se presentaba en
Pontevedra tras cientos de kilómetros de carretera y tras pasaportar seis toros
seis de la ganadería de Fuente Ymbro en Bayona. Allí las cosas no fueron todo
lo bien que se esperaba, sobre todo por el insospechado bajón de los toros,
pero en cuanto al torero, solo hay que recurrir a los que lo vieron y de él
escribieron para confirmar el estado de gracia del torero de Orduña.
Ayer
Iván Fandiño dejó patente que todas las plazas son iguales, que todas las
tardes son la última tarde y que el torero lo es hasta cuando duerme. Falló con
la espada en su primero y perdió una o dos orejas, quien sabe, todo tras una
faena marca de la casa con los pies muy quietos, tanto con el capote como con
la muleta. Heladora su firme primera tanda junto a las tablas. De ahí se fue al
centro del redondel para enganchar unos muletazos con la mano derecha en los
que cada pase no tenía fin, mientras con la izquierda, el toro, justito,
justito, no permitía la ligazón. Iván Fandiño se fue a por el acero y antes de
matar dejó varias manoletinas muy apretadas y llenas de emoción. Lo que la
espada no permitió se convirtió en coraje de cara a un toro que ya parecía
salir de los chiqueros sin las dos orejas.
Y
es que a este toro, que se movía un poquito más y tenía más aguante que los demás,
el matador se fue a por él como un rayo. Como una vela en el centro y citando
de lejos se pasó el toro por delante y por detrás, siguiendo unas tandas
inventadas ante un rival que se comenzaba a apagar, pero 24 horas antes había
hecho lo mismo a otro toro. De dulce está Iván Fandiño y ya los tendidos
entendían que la espada decidiría, una efectiva media estocada hizo rodar
rápidamente a ‘Esperón’ y el clamor se convirtió en dos orejas que colmaron de
felicidad a un diestro sabedor de la dificultad de esa segunda faena y por el
buen sabor que dejó en los tendidos.
Junto
a él salió a hombros El Fandi. Bien en ambos toros, con su despliegue habitual
en banderillas y también con unas tandas muy variadas que siempre funcionan con
el respetable. El acierto con la espada le otorgó sendas orejas. El Cordobés se
fue otra vez de vacío, el idilio del diestro con esta plaza se rompió unos años
atrás y parece que ya nada volverá a ser igual. Pero todo era ya gloria para un
torero de esos que son distintos, de esos que simplemente, vienen para
quedarse.
Toros de la ganadería de
El Torreón. De impecable presentación. Blandearon todos ellos de manos. El
cuarto fue devuelto a los corrales, saliendo en su lugar el sobrero.
▶ El Cordobés. De crema y
oro. Más de media estocada ladeada (silencio); Estocada tendida y tres
descabellos (silencio).
▶ El Fandi. De carmesí y
oro. Estocada levemente desprendida y descabello (oreja); estocada desprendida
y descabello (oreja).
▶ Iván Fandiño. De salmón
y oro. Pinchazo, estocada atravesada, un aviso y descabello (ovación); Media
estocada (dos orejas) .
Cuarta y última corrida
de la Feria de
A Peregrina celebrada en la plaza de Pontevedra que registró tres cuartos de
entrada. El festejo estuvo presidido por José Manuel López Sánchez que contó
con el asesoramiento de Luis Núñez como veterinario y con Carlos Ares en el
apartado artístico.
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