“¿Qué pájaro es ese halcón que todo el mundo quiere apoderarse de él?”
“-Este tipo me pone nervioso.
-¿Por qué?
-Me ponen nervioso todos los tipos a los que no les interesa el dinero”.
“Si eres buena chica saldrás dentro de veinte años. Te estaré esperando.
Si te ahorcan, siempre te recordaré”.
“Umm..., pesa mucho. ¿De qué está hecho?
-Del material con el que se forjan los sueños”.
Más de setenta años después de su aparición en pantalla para inaugurar
oficialmente el llamado cine negro, todavía no sabemos de qué material están
hechos los sueños, tal y como se preguntaba Sam Spade en la última secuencia de
‘El halcón maltés’, pero sí sabemos lo que se puede llegar a pagar por ellos.
Los cuatro millones de dólares que alguien se acaba de gastar en una subasta
por esta estatuilla, icono del cine, nos confirman la permanente capacidad de
fascinación de este arte entre el ser humano y la habilidad de la maquinaria
establecida por el Hollywood clásico para, a través de ese género de héroes
solitarios, mujeres enigmáticas y callejones de luces y sombras, reflejar a
toda una sociedad que se movía en la
América posterior al crack del 29 y que venía de entrar en
una guerra mundial.
Cuando Humphrey Bogart desciende por esas escaleras con el halcón bajo el
brazo, tras descubrir que no tiene el valor que todos pensaban y después de
entregar a la mujer de la que estaba enamorado a la policía, esa frase sigue
retumbando en la mente del espectador para preguntarse una y otra vez cual es
ese dichoso material. Varios siglos antes ya se había preguntado por él William
Shakespeare en ‘La tempestad’, siendo cosecha del actor la incorporación de la
frase a un guión repleto de diálogos antológicos, trabajado hasta el delirio
por el director de la película, John Huston, en el que fue un espléndido debut
a partir de un éxito literario de Dashiell Hammett. No hay duda de que ese
material cada uno lo forjará según aquello que considere como lo más valioso
para configurar sus sueños, ya que eso, los sueños, quizás sea lo único que
nadie nos podrá robar nunca, aunque muchos hoy en día se empeñen en ello.
Los ‘malos’ de la película solo buscaban confirmar que bajo ese manto
negro la pieza era un ave dorada con piedras preciosas incrustadas, mientras
para Bogart que, como siempre, pasaba por allí, ese pájaro no era más que una
excusa para escrutar al hombre y observar, desde su escepticismo de gabardina y
sombrero de ala ancha, la conducta cada vez más perversa del género humano.
Pero fuera del guión cinematográfico ¿qué me dicen? ¿De qué material están
hechos sus sueños? Seguro que ese material ha mudado radicalmente en estos
últimos años desde que, como Sam Spade, sentados en nuestras oficinas, veíamos
a través de los cristales una vida llena de esperanzas e ilusiones, un proyecto
vital inscrito en una sociedad que permitía la confianza en el futuro, en
nuestro futuro. En un trabajo del que sentirse orgullosos y en crear una
familia seguros de las posibilidades que para todos sus miembros se podían
llegar a producir. Pero todo se esfumó, los cristales se empañaron por una
bocanada de denso humo y lo que parecía una conquista inquebrantable se tornó
volátil. El sueño dorado se cubrió de negrura, asistiendo a una brutal
destrucción de empleo, contemplando cómo los más poderosos económicamente
dirigen todo este cotarro ante el dócil sometimiento de los políticos,
facilitando que nuestro sistema de libertades se constriña de una manera
vergonzosa e indignante. Educación, Sanidad o Justicia, sostenes de cualquier
sociedad orgullosa de serlo, van a la deriva, o mejor dicho van en una
dirección perfectamente dirigida, en la que lo que menos importa es el
ciudadano y sus circunstancias. Es entonces cuando los sueños simplemente se
limitan a la supervivencia, y el material, ese dichoso material, se convierte
en algo que ya era nuestro y que nos han hurtado: la libertad para no perder la
capacidad de soñar en el futuro.
‘El halcón maltés’ se estrenó en Estados Unidos el 18 de octubre de 1941.
En España ese estreno no se produjo hasta el 12 de diciembre de 1976. Demasiado
tiempo sin poder soñar como para que ahora vuelva a suceder.
Publicado en Diario de Pontevedra 7/12/2013
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