Rue Saint-Antoine nº 170
Pintura. El
fallecimiento de Alejandro Paisa deja a la ciudad de Pontevedra sin
uno de sus paisajistas más destacados. Su mirada hacia ese género
lo singularizó en su larga trayectoria pictórica en la que puso su
arte al servicio tanto del paisaje de su Castilla natal como de la
costa gallega que lo acogió desde bien pronto.
Con ocho años llegó
Alejandro Paisa a Pontevedra desde su Medina del Campo natal. Noventa
años después la noticia de su muerte ponía punto final a la
trayectoria del decano de los pintores de nuestra ciudad. Una
presencia recurrente a lo largo de diferentes exposiciones en nuestra
ciudad, décadas y décadas de muestras que han llenado el archivo
fotográfico de su actitud elegante, casi siempre con pipa en mano, y
rodeado de los paisajes que acostumbraban a protagonizar sus
exposiciones.
Paisajes de mar y de
montaña, reflejando esos secarrales castellanos, pero también los
efectos de la costa gallega a la que no dudó en enfrentarse con sus
acuarelas. Porque la acuarela era su técnica preferida, su desafío
permanente dentro de la pintura. No le importó en absoluto quedar
adscrito a un género tan determinado como el paisaje, él sabía que
el auténtico desafío de un pintor es hacer ese paisaje cada vez
mejor, cada vez más completo, y que cada vez se pareciese más a una
realidad tan variable como la que ofrece cualquiera de esos motivos
naturales. Esa captación del ambiente, ese trasladar las sensaciones
de lo que sucede a nuestro alrededor al interior de la obra de arte
desde la acuarela y su caprichoso carácter era una dificultad más.
«A mi, además de gustarme el paisaje, me gusta la acuarela, que
tiene, además sus dificultades, lo que suma un nuevo atractivo
porque me gusta vencerlas. Así cuando la obra sale bien, satisface
doblemente», así respondía el pintor en 1971 a Guillermo Campos en
una entrevista para este medio.
En aquella entrevista
ya se hablaba de los veinticinco años que llevaba Alejandro Paisa
exponiendo en Pontevedra y de aproximadamente las doce exposiciones
que había realizado en ese tiempo un pintor que, pese a esa fuerte
vinculación al realismo, hablaba ya en esos años de la abstracción
con un enorme respeto. «Para mí cualquier obra de arte es válida,
siempre que sea buena. Lo importante es que encierre calidad, sea
figurativa o abstracta», afirmaba Alejandro Paisa tras admitir haber
experimentado la abstracción pero que no estaba lo suficientemente
satisfecho como para su exhibición. «Por otra parte la naturaleza
tiene una imaginación mucho más rica que la mía», sentenciaba el
pintor para mostrarle así su máximo respeto a esa naturaleza con la
que se medía casi a diario desde su estudio, allí donde todo se
entiende como un desafío con uno mismo por intentar captar lo que al
artista más le seduce. Mar o montaña Alejandro Paisa tenía en
ambos territorio abonado para sus acuarelas. «Cuando empiezo a
pintar paisajes de la costa no salgo de allí. Otras veces pinto la
montaña y parece que su abstracción no va a dejarme libre. En ambos
ambientes me encuentro a gusto», manifestaba el artista ante esa
dicotomía de su pintura que rápidamente solucionaba.
Unha mirada, dous
tempos. Nunca antes habíamos hablado ni nos conocíamos
personalmente ya que su actividad expositiva se había detenido. Una
llamada en el año 2014 rompió aquella distancia, porque Alejandro
Paisa debía estar presente en la primera edición del proyecto
artístico que la Fundación Caixagalicia y el Concello de Pontevedra
habían puesto en marcha para mostrar en el Café Moderno la obra de
diferentes generaciones de pintores pontevedreses a lo largo de dos
obras que reflejasen dos momentos de su trayectoria con una sola
mirada. Una impagable disposición y su enorme amabilidad me llevaron
a reunirme con él en su estudio, a conocer, durante una inolvidable
mañana, su obra en profundidad. Decenas de cuadros, lienzos y
acuarelas que eran un sorprendente viaje por toda la geografía
peninsular. Paisajes de montaña, costa, interminables llanuras,
cielos... todo lo que la naturaleza te puede ofrecer estaba contenido
en las obras de aquel hombre feliz de mostrarme su trabajo. Aquella
modestia también estuvo presente el día de la inauguración en el
que compartió velada con algunos de nuestros mejores pintores,
varios de ellos ya desaparecidos en estos últimos tiempos como
Arturo Cifuentes o Manuel Moldes. Peajes que el tiempo nos impone
pero que en el caso de nuestros artistas se mantienen tras ese trance
a través de su obra, de ese legado que nos dejan para que sigamos
comprendiendo como el mundo puede ser inspiración desde sus más
diversos talentos y, en este caso, entendiendo que el paisaje se
convierte en una manera de sentir.
Publicado en Diario de Pontevedra 17/02/2019
Fotografía: Alejandro Paisa en una de sus exposiciones en el año 1988 (Rafa)
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