Rue Saint-Antoine nº 170
Arte. La presencia de alumnas de la
Facultade de Belas Artes de Pontevedra realizando una intervención artística
por las calles de la ciudad el pasado jueves recuperó aquella sensación,
tristemente perdida desde hace unos años, de tener un foco activo de creación
que interactuaba con los espacios públicos para mostrar su talento ante los
ciudadanos
JUEVES, doce del mediodía. Un sol de
primavera calienta unas calles en las que el bullicio de lo cotidiano impedía
intuir la distópica situación en la que nos encontraríamos tan solo 24 horas
después. Otro hecho al que habíamos dejado de estar acostumbrados llamaba la
atención de los paseantes que, en ese momento, cruzaban por delante del viejo
Concello de Pontevedra, al tiempo que nos permitía recuperar una imagen de un
pasado feliz, en el que la Facultade de Belas Artes de Pontevedra mantenía un
hilo directo con lo que sucedía en el exterior de los gruesos muros del viejo
cuartel de San Fernando. Años en los que era habitual ver y sentir a
promociones de alumnos de ese centro académico realizando clases prácticas en
el entramado urbano, desafiando, y en ocasiones retando, a los habitantes de
una ciudad que hace un par de décadas eran muy diferentes a lo que son hoy, con
sus intervenciones artísticas.
Estudiantes dibujando o pintando en la
Ferraría, alumnos yendo y viniendo por la calle Michelena cargados con sus
soportes artísticos, performances ante el santuario de la Peregrina,
intervenciones en la Alameda... la ciudad se había convertido, pocos años
después de la instalación de la Facultad en Pontevedra en 1990, en parte activa
del proceso de aprendizaje y de creación de los futuros artistas. Calles y
plazas fueron, en no pocas ocasiones, el taller de aquellos jóvenes que se iban
integrando en la ciudad de una manera muy participativa. La proposición inicial
de quien fue el primer decano de la recién establecida titulación, Juan
Fernando de Laiglesia sobre que su reto «era crear un clima de creatividad en
el ámbito gallego», en Pontevedra comenzaba a conformarse de manera plena.
A esa situación también comenzó a ayudar
una ciudad en una completa transformación, sacudiéndose polillas del pasado y
descubriendo el espacio público como un ámbito vital que sería desde entonces
ya irrenunciable para sus ciudadanos. Aquellas ilusiones de las primeras
promociones encajaban a la perfección con las de una ciudad que también era
pura ilusión por lo que sucedía sobre su renovada piel.
Es por ello, que cuando 25 alumnas de la
Facultade de Belas Artes desarrollaron el jueves una instalación artística
efímera bajo el título de ‘Inside Out: Mulleres [Rur]Urbanas’, reflexionando
dentro de un proyecto internacional de gran calado sobre el papel, y como
homenaje, a la mujer en el rural, abrieron una caja de Pandora que nos llevaba
a pensar en aquel inicio de la novela de Mario Vargas Llosa, ‘Conversación en
la Catedral’ en la que Santiago Zavala se preguntaba «¿En qué momento se había
jodido el Perú? Pues ¿en que momento se jodió la relación entre la Facultade de
Belas Artes de Pontevedra y la ciudad que los acoge desde 1990?
Serían muchos y diversos los motivos, y
desde el interior del centro académico se manejarán numerosas claves que
expliquen ese mayor enclaustramiento de los alumnos entre las paredes del
centro. Pero desde fuera sí que se pueden poner sobre la mesa algunas
consideraciones al respecto. Por un lado tenemos el elemento tiempo, el
desgaste que el paso de los años provoca en cualquier ilusión y cómo ese tiempo
ha ido desgastando muchas de las proyecciones de futuro de un centro
universitario que, como el resto de la Universidad en España ha pasado en los
últimos tiempos un complejísimo itinerario de recortes económicos, cambios de
planes de estudio y una pérdida de confianza por parte de muchos gestores
públicos.
En ese marco general es posible que
muchos profesores hayan dejado de activar en el alumno ese interés por lo que
sucede fuera, por convertir a la ciudad en parte de sus materias, tanto como
modelo de representación como escenario de sus iniciativas artísticas. La
adaptación curricular al llamado Plan Bolonia también puede ser un reciente
acicate para el cambio de modelos de trabajo, valorando una serie de
actividades por encima de otras que requieren una mayor libertad y tiempo de
ejecución. La preferencia del alumnado por una serie de géneros artísticos que
se alejan de otros, más tradicionales, como el dibujo o la pintura, que les
obligan a trabajar con elementos tecnológicos en talleres o en sus viviendas.
En definitiva toda una serie de
modificaciones que el tiempo ha ido sumando para que Pontevedra y la Facultade
de Belas Artes se hayan distanciado, por lo menos, en cuanto a su presencia
diaria, en ese ver a las promociones de la Facultade haciendo del espacio
público aula de trabajo. Sí que se mantienen vínculos entre instituciones como
con el Concello de Pontevedra o el Museo de Pontevedra para plantear
exposiciones que recogen el trabajo de alumnos y docentes, pero lo que se echa
mucho en falta es ese latido diario, esa savia nueva que participó del empuje a
esta ciudad y que ahora se ha quedado perdido a saber en que aula o en que
taller. Pontevedra no puede permitirse el lujo de perder a quienes la eligen
como estancia durante varios años, más todavía cuando en esa gente reside el
germen del talento.
Publicado en Diario de Pontevedra 16/03/2020
Fotografía: Javier Cervera-Mercadillo
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