Hay novelas en las que tras leer sus primeras páginas el lector ya se da
cuenta de que va a verse envuelto en una historia que se convertirá en
imborrable. En ‘Al envejecer, los hombres lloran’ no es que suceda esto con las
páginas iniciales sino que tan solo con leer el abrumador primer párrafo ya se
define claramente lo que nos vamos a encontrar en su interior. Se convierte así
este libro en uno de esos felices descubrimientos que, sin apenas publicidad,
caen en tus manos para darte de bruces con una historia cargada de sentimientos
que te conduce directamente a la comprensión del ser humano y todo ello
enmarcado en un periodo temporal muy concreto, como es la Francia de los años
sesenta y planteándola a través de una historia focalizada en un pequeño pueblo
rural, pero cuyas ramificaciones, a través de una familia, llegan hasta el
conflicto de Argelia.
Pero será en el seno de esa familia en el que se encuentre el epicentro
del conflicto a través de las relaciones planteadas entre sus miembros.
Diferentes generaciones, sentimientos encontrados y el terrible paso del tiempo
marcando desavenencias y nuevas distancias que propician la mentira, el engaño
y marcarán el desenlace de la novela. Y todo ello en apenas veinticuatro horas
en las que el autor concentra toda la narración dividiendo el relato en
diferentes partes del día. A lo largo de esa jornada todo lo que sucede se
acrecienta de manera exponencial para mostrarse de manera devastadora a partir
de un lenguaje directo y sin distracciones que exprime a cada uno de los
protagonistas sin dejar nada oculto. El ser humano expuesto ante unas
circunstancias vitales que no por previsibles son menos trascendentes y
permiten a su escritor ofrecernos una exhibición de caracteres personales mediante
una prosa cautivadora que nos descubre a un escritor desconocido. Jean-Luc
Seigle, autor de tres novelas, habiendo recibido ésta que nos ocupa el premio
RTL-Lire, que conceden lectores y libreros franceses, una circunstancia que,
tras la lectura del libro, no debería extrañar a nadie debido a la calidad del
texto y a cómo consigue este autor pellizcar la fibra del lector.
Ese 9 de julio de 1961 se convertirá en un gran día para la familia
Chassaing y los habitantes del pequeño pueblo en el que viven, ya que ese día
llegará el primer televisor de la comunidad y en él podrán ver las imágenes del
hijo mayor de esa familia, destinado a la guerra de Argelia. Un conflicto de
carácter internacional, pero al tiempo, en ese microcosmos se estaba viviendo
otro conflicto, desapercibido para el resto del mundo, pero con unas
consecuencias asoladoras para esa familia.
Los afectos y desafectos entre los miembros de esa familia son el impulso
de la narración en la que el autor es capaz de conmovernos, no solo por lo que
describe sino también, y quizás en mayor medida, por aquello que podemos
desentrañar entre líneas, entre los silencios que, de manera magistral, se van
tejiendo entre sus integrantes, traspasando lo que puedan ser las páginas de un
libro para convertirse en un relato vívido de una existencia ante la que uno
puede sentirse increíblemente cercano. Jean-Luc Seigle pisa con fuerza dentro
del mundo editorial con esta novela que a buen seguro le situará en una
posición de honor, no solo en el parnaso francés, sino en el del resto del
mundo en cuanto comience a darse a conocer y se hable de esas vidas inscritas
en un tiempo y un momento de abruptos cambios en todos los niveles de la
sociedad. Derivas humanas que, como si del cauce de un gran río se tratase, acaban
afectando a los más pequeños afluentes que a él llegan para componer un relato
trágico, moderno y abrumadoramente impactante.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 3/11/2013 y El Progreso de Lugo
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