HACE
justamente un mes que por nuestra ciudad se movió con sus andares de cowboy de
medianoche, sofisticados y cultísimos, Luis Alberto de Cuenca. Hablar durante
estos días de lo que nos sucedió hace un mes parece como si nos hubiésemos
subido al DeLorean de ‘Regreso al Futuro’ y, tras ver como se agita el contador
de los años, sumergirnos en otra dimensión tiempo-espacial, completamente
diferente de la que procedíamos.
Pero
la vida tiene estas cosas, es lo que tiene moverse por un tablero cada vez más
imprevisible y en el que parece que nosotros mismos, con nuestras acciones,
vamos cambiando las casillas de los lugares que teníamos como seguros. Lo
cierto es que en un tiempo o en otro, en aquel espacio o en este, quizás lo
único que nos pueda redimir de nuestras miserias sea la palabra. Palabra como
el hecho factual de nombrar aquello que nos sucede, ya que lo que no tiene
nombre no existe. Y para nombrar desde la palabra pocas acciones del ser humano
más precisas que la poesía, y aquí vuelvo a aquel día de marzo en el que Luis
Alberto de Cuenca recitó varios de sus poemas en la Casa das Campás. Es posible
que tras el escaso uso desde entonces de ese espacio tan querido por la cultura
en nuestra ciudad, todavía estén entre sus antiguas piedras las palabras del
poeta prendidas con alfileres. Palabras que ponen el dedo en la llaga, el
bálsamo necesario para cauterizar las heridas, pero también sirven de altavoz
para las alegrías. Y eso es lo que estamos viendo y palpando durante estos
días, las tensiones continuas entre alegrías y heridas, entre felicidad y
dolor.
Serían
muchos los libros y poemarios a recomendar de un autor con una larga y premiada
trayectoria, como Luis Alberto de Cuenca, para estos días del desasosiego, pero
quizás sea este ‘Se aceptan cheques, flores y mentiras’ editado por Verso &
Cuento el que me parece más feliz para estos días. Tanto su formato, su
presentación a cargo de Loquillo, músico con el que el poeta hace buenas migas,
y la selección de poemas, hace de todos ellos una acertada aproximación a un
público muy heterogéneo. Y esto es lo que también sorprende y emociona de Luis
Alberto de Cuenca, esa relación con personajes de un pelaje muy diverso, tanto
en lo ideológico como en lo generacional, y a todos ellos parecen destinados
estos poemas contenidos en este libro en tres apartados: Cheques, poemas que
nos hablan de todo aquello que nos cuesta; Flores, poemas que hablan del amor,
y Mentiras, poemas en torno a las fantasías del ser humano. En definitiva,
palabras que no entienden de virus, ni encierros, ni saltos en el tiempo.
Publicado en Diario de Pontevedra 3/04/2020
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