Encerrados
y con nuestras ventanas como únicos aliviaderos de este desconcierto en el que
estamos sumidos, podemos aprovechar las redes para abrir alguna que otra
ventana diferente a las de nuestros pisos que nos conduzcan hacia horizontes
inesperados, hacia puntos de encuentro con creadores que nos proponen otro tipo
de visiones de lo que sucede en otras partes del mundo.
Una
de las más hermosas y emocionantes que nos podemos encontrar procede de la
mirada y el regalo de un hombre de 83 años, uno de los pintores más cotizados
del mundo (sé que esto les encanta) pero que se dedica a buscar en la sencillez
de la naturaleza el motivo más intenso de este momento creativo. El británico
David Hockney llegó a Normandía a finales del pasado año para pintar el
invierno. Allí se plantó junto a sus dos ayudantes, su perro Ruby, y el Ipad
con el que trabaja en los últimos años, y con el que ya nos deslumbrara en el
año 2012 en su exposición en el Museo Guggenheim de Bilbao. Como suele suceder,
tras el invierno llega la primavera, pero esta está siendo una primavera muy
distinta para todos y, desde Caen, a donde llegó David Hockney procedente de
sus sofisticadas piscinas de Los Ángeles, nos regala diez de sus nuevas obras
en las que esa primavera se impone a los efectos del invierno y, tras su
observación, también al hielo en el corazón que está dejando en todos nosotros
esta situación sanitaria que no deja de acosarnos.
Entren
en la página web de la BBC, busquen en ella la información relacionada con el
pintor y encontrarán este obsequio realizado premeditadamente por él como
respiro para todos nosotros ante este encierro en el que cada vez se encuentran
sumidos más habitantes del planeta. Precisamente es a ese planeta al que
homenajea David Hockney con su pintura, con su encierro en Normandía, a donde
ya otro gigante de la pintura, Claude Monet, este en Giverny, se había dirigido
en la búsqueda de una insospechada inspiración. Aquellos nenúfares salpicados
de colores ahora se convierten en árboles, casas y macetas en los que se
presenta la llegada de la primavera. Una atmósfera repleta de indicios de una
nueva vida, de una renovación que se impone en ese tránsito cíclico que, a buen
seguro, a partir de ahora disfrutaremos de una manera mucho más intensa a cómo
lo habíamos hecho hasta ahora.
Es
por ello que si de algo nos debería servir este encierro, más allá de la
valoración de lo público (en este caso la sanidad) como firme red del ser
humano, será para valorar una brisa de aire en el rostro, una mirada hacia el
horizonte desde un acantilado o acariciar la corteza de un árbol, en
definitiva, conexiones con la naturaleza y con aquello que rezuma una pureza
que nuestro mundo, presuntamente moderno, ha ido aniquilando,
confundiéndonos con que lo importante es lo que se encierra en los
escaparates. Si además de la imagen que acompaña a este texto, extraída de la
web de la cadena británica, se aproximan a las nueve restantes, les aseguro
que, en los momentos que estamos, podrían pasarse horas ante estos árboles en
los que asoman unas humildes florecillas, o frente a unas macetas en las que de
la negra tierra surgen los brotes verdes de la esperanza o ante unas sencillas
casas de campo en las que estaríamos ahora tan a gusto con esa naturaleza
llamando a la puerta.
En
la parte final de su existencia David Hockney ha tendido este puente hacia lo
más esencial, él, precisamente él, que durante décadas había hecho de la
sofisticación americana, bajo la sensualidad de cuerpos y retratos, así como de
esos escenarios del ocio y el placer, el motivo de una pintura que reflejó al
hombre del mundo más contemporáneo, ahora se refugia, como el Thoreau
literario, pero pertrechado con su Ipad, ajeno a las tendencias del arte, a los
dictados de su propio público y, simplemente respondiendo a la necesidad de
crear. De hecho afirma que ya sólo piensa en «trabajar, pintar, comer y fumar»,
todo aquello que le otorga placer mientras contempla el origen de todo, al
tiempo que nos incita a su disfrute porque «recuerden que no pueden cancelar la
primavera».
Publicado en Diario de Pontevedra 6/04/2020
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